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En Gambia no pasa nada 2. Aterrizaje somnoliento y pago de tasas.


Aeropuerto de Banjul en el billete de 200 dalasis.

 

Aterrizamos algo después de la hora prevista, en plena noche, con el sueño agarrado a nuestra mente. Un autobús nos lleva desde la escalinata del avión hasta la terminal. La escena encajaría perfectamente en una película de espías. Todos vamos en silencio. El vuelo nocturno nos ha arrancado las palabras.

En el edificio nos espera una larga fila quebrada y bien encauzada para pagar las tasas, 20 dólares (quien paga en euros recibe un billete de 100 dalasis, la moneda local). Si nos pusieran unos grilletes en los tobillos, nos unieran de dos en dos con cadenas y se escuchara de vez en cuando el restallar de un látigo sobre el suelo pensaría que es una venganza de los gambianos para que sintiéramos en nuestras carnes, desde el inicio del viaje, lo que ellos padecieron durante siglos cuando fueron la cantera de esclavos que alimentaba de mano de obra diversos lugares del mundo, especialmente América. El avance es lento, los viajeros arrastran pesarosos los pies y sus caras están cariacontecidas, como si nos hubieran atrapado hace poco tiempo.

En la cola identifico a los que vienen desde Barcelona: Charito, María, María Ángeles (a la que llaman Ángel), Tomás y Francesc. Nos abrazamos y comentamos la anécdota de las puertas de embarque para el primer vuelo. Yo estaba en la S31 de la terminal cuatro. Cuando leí en los mensajes que ellos ya estaban en la A16 me entró un sudor frío y me levanté preocupado. Esa puerta debía estar en las otras terminales. Ellos estaban también extrañados. Luego nos dimos cuenta de que estábamos en aeropuertos diferentes. Ahora nos reímos, pero en el momento… Una chica tuvo peor suerte al ir a embarcar en Casablanca: su vuelo a Banjul salía al día siguiente. Tuvo que buscarse la vida para dormir en la ciudad marroquí.

La única incidencia en el pago de las tasas es que a Charito le exigen visado por ser ciudadana americana. Puede obtener el visado en el propio aeropuerto, menos mal. Se dirige a un despacho con uno de los funcionarios. La acompaño por si necesita ayuda. Charito sabe cuidarse sola y negocia el precio del visado que pasa de 120 dólares a 80 dólares. Dudamos de la legalidad de esa exigencia.

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