“No pasa nada”, retumba en mi
memoria la infinidad de veces que he escuchado, en perfecto español, esta
expresión a las gentes de Gambia. Siempre con un matiz de relajación, con la
convicción de que, efectivamente, no puede pasar nada malo en este país que me
atrevo a decir ha estado reñido con la felicidad durante muchos momentos de su
historia. Aunque la historia está para olvidarla si nos causa males mayores. O
para afirmar que “no pasa nada” porque nada se parece a las desventuras del
pasado.
“No pasa nada” es una expresión
con multitud de significados, polisémica, de las que sirve para casi todo, bien
articulada y rodeada de la guarnición del tono y la expresividad. Para un roto
o para un descosido lingüístico, para calibrar la creatividad de quien la emite
y de quien la escucha, para que las palabras se esfuercen en transmitir más
allá de lo que aparentemente se esconde en esos tres términos, tan sencillos,
tan vivos, tan generosos en mensajes.
La compartirán contigo al entrar
en una tienda con total confianza, o en una casa a la que te invitan
demostrando la hospitalidad y la cordialidad de estas gentes tan pobres en
bienes materiales como inmensamente ricas en encanto y amabilidad. Y si llegas
tarde, “no pasa nada”. Que no tienes dinero para pagar la comida (vaya faena),
bueno, con buena cara de dirán un sincero “no pasa nada. Vamos, dios proveerá,
que también diríamos.
Para un viajero ávido de
aventuras quizá le eche atrás que “no pase nada”, aunque habrá que recordar que
Gambia es un país de una gran vitalidad en que los acontecimientos fluyen, no
se atascan, para desesperación de locales y extranjeros. La predestinación
provoca su relajación porque poco pueden hacer por modificar el curso de la
vida que el destino les ha marcado. La tormenta va a caer igual desde el
tenebroso cielo, la crecida del río será la que marquen las fuerzas de la Naturaleza
y el transporte llegará cuando lo tenga a bien el conductor. Así que relájate y
no intentes alterar el orden cósmico de estas sabias personas que han adoptado
la expresión “no pasa nada” como principio de su existencia. Rara vez
contemplarás a alguien que corre para hacer algo, salvo a los niños en sus
juegos y a los deportistas en sus entrenamientos.
Aunque, si no pasa nada, ¿de qué
puñetas voy a escribir en estas líneas?
Te invito a seguir esta breve
crónica en compañía de mis amigos. Y como no sé cómo dicen los gambianos “érase
una vez”, me tomo la libertad de empezar como me da la gana, con perdón, aunque
suene un poco prosaico. Porque, en el fondo, “no pasa nada”.
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