Las dos clases de monos más
abundantes son los monos verdes y los monos rojos, los colobos rojos. También se
puede disfrutar de la presencia de monos de Campbell, patas y los nocturnos
Bushbaby de Senegal. Y ardillas, puercoespines, lagartijas, insectos varios,
termitas que forman altos termiteros después de su eficaz trabajo devorador de
árboles.
Los monos verdes aparecen
principalmente por el suelo, mientras que los rojos son más arbóreos. A los
verdes les gustan los plátanos; los rojos son más de cacahuetes. Miriam ha
comprado una buena provisión de ambos que ha distribuido con equidad. Parece
que antes no se dejaba dar de comer a los monos ya que podía afectar a su
instinto salvaje. Nos comenta que están divididos por zonas y que es raro que
se mezclen.
Los primeros en aparecer son los
verdes que se aprestan para llevarse su botín y hacernos disfrutar de sus
pacíficas travesuras. Están muy acostumbrados al ser humano. Toman con
naturalidad los plátanos, los pelan, no se comen la piel y si les ofreces otro
antes de que hayan terminado el primero no te hacen caso. Faltaría más.
Yo les ofrezco mis provisiones
con timidez. En otros lugares he vivido algunas malas experiencias con los
monos. El resto del grupo se deja seducir por ellos, permite que se suban a los
hombros, desde donde alcanzan los plátanos en las manos alejadas del cuerpo. No
son agresivos, no gritan ni exhiben actitudes furiosas. Su mirada es casi
humana, viva, alerta, aunque sin exceso.
Al avanzar nos hemos internado
en territorio de monos rojos. Sacamos la provisión de cacahuetes. Los pelan con
una habilidad pasmosa. Lo mejor son sus gestos, de una impresionante variedad,
muy expresivos. Se deslizan por ramas y lianas, se dejan fotografiar, posan
como actores y actrices en día de promoción, cumplen con sus ritos cotidianos y
nos ilusionan a rabiar. Nadie se lleva un susto.
A todos nos cuesta regresar y
abandonar a nuestros muy recientes amigos.
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