Unas construcciones
agropecuarias arruinadas y abandonadas sugieren una metáfora de lo que podría
ocurrir tras el cierre de la central nuclear de Cofrentes, verdadero motor
económico de la comarca. El sector de servicios depende de ella. Su cierre
supondría activar seriamente el peligro de quedar deshabitada. Más aún de lo
que está. Sería un suicidio.
Las dos poderosas torres de la
central, que son una referencia en el paisaje a varios kilómetros a la redonda,
se expresan con decisión: son el progreso. Los ecologistas me crucificarán por
esta afirmación, pero me acojo al derecho de libertad de expresión, al espíritu
crítico y a la renuncia al dogmatismo. Si el lector quiere abandonar este
relato está en su derecho. Le echaré de menos.
La central, que es propiedad de
Iberdrola, fue construida en 1984 con tecnología de General Electric. Abastece
todo el consumo doméstico de las familias de la Comunidad Valenciana. Produce
anualmente unos 9000 KWh, lo cual supone aproximadamente el 5 por ciento de la
producción nacional o el 30 por ciento de la demanda energética de la Comunidad
Valenciana. En abril de 2022 se publicaba en Valencia plaza una información
sobre la anticipación de su cierre a instancias de la Generalitat Valenciana y
la necesidad de preparar un plan de reactivación económica del Valle de Ayora.
La zona está incluida entre los municipios AVANT, en riesgo de despoblación. El
Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (2021-2030) prevé el cierre ordenado
del parque nuclear entre 2027 y 2035. El cambio de signo político en la
Generalitat en las elecciones autonómicas de mayo de 2023 abre una incógnita.
La central tiene un amplio
historial de paradas no programadas y de incidencias reportadas, algo que
parece habitual en este tipo de centrales que están fuertemente controladas. Aún
escucho los ecos de quienes justifican el cierre de las centrales nucleares por
el desastre de Chernóbil y los problemas de seguridad. O por los residuos y su
almacenamiento. Se ha avanzado mucho en estos aspectos. Lo que me parece una
incongruencia del Gobierno Central es apoyar la energía nuclear en la Unión
Europea, favoreciendo a Francia, que luego nos vende la electricidad generada,
y simultáneamente apoyar el desmantelamiento de nuestras nucleares. Si se
produce un petardazo en Francia no nos salvarán los Pirineos. Si asumimos lo
malo beneficiémonos con lo bueno: energía más barata. El cierre supondría un
encarecimiento de la electricidad, que ya anda por las nubes desde el inicio de
la guerra de Ucrania. Como para dogmatismos. Invirtamos más en seguridad y
control.
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