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La Manchuela y el valle de Ayora 10. Crucero fluvial por el Júcar III.


 

El puente de Cortes de Pallás se perfila a nuestra izquierda. Fue la solución al secular aislamiento de esta hermosa población.

Cuando iniciamos el regreso nos permiten salir a la terraza de popa. Sólo en pequeños grupos de seis. Todo el mundo aprovecha para hacer fotos y desatienden contemplar el paisaje con la fuerza de la luz del sol. Yo saldré varias veces. Me encanta y me hubiera quedado allí a perpetuidad. Allí siento libertad, la fuerza del viento, la soledad inspiradora, la variedad del paisaje de montaña que se despliega y se esconde, que nutre mi imaginación y me devuelve a un mundo dominado por la Naturaleza en que el hombre puede destruir pero no mejorar la belleza intrínseca del lugar.



Los más de 500 kilómetros del Júcar y sus afluentes fueron en el pasado la mejor arteria de comunicación y transporte, rápido, seguro y barato. Ha caído en desuso, lógicamente. Ahora debe de conformarse con estos paseos cargados de ocio. Las barcazas se deslizaban plácidas por este paisaje digno de los dioses. Me hubiera gustado desembarcar y seguir los senderos a pocos pasos del río, disfrutar de las alturas, avanzar sin rumbo hasta donde me llevara el destino.



A esta zona la denominan la “Mesopotamia levantina” por sus muchos ríos. Las montañas absorben las aguas de lluvia y las distribuyen con generosidad y sabiduría. La cuenca está al 60 por ciento de su capacidad, lo cual es excepcional en España en el momento en que realizo esta visita, asolada por la sequía.

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