Esta rebelión puso de
manifiesto, según leí en la Historia de España de Planeta, de la que he sacado
los datos, la debilidad de la monarquía española en una región de mayoría
musulmana. El siguiente capítulo fue la expulsión ejecutada en el reinado de Felipe
III, en 1609. La zona quedó despoblada, los campos desatendidos y hubo que
recurrir a nuevos pobladores procedentes del norte de España. Como escribió Ibn
Al-Abbar de Valencia:
La paz se nos volvió
guerra
cuando el tiempo puso
límite
a nuestra ilimitada paz.
Abén Humeya, nombre hispanizado
de Muhammad Ibn Umayya, y de nombre cristiano Hernando de Válor y Córdoba, fue
de origen noble. Se consideraba descendiente de los Omeyas (de ahí su apellido
Umayya). Su abuelo pactó su conversión al cristianismo y su colaboración con
los Reyes Católicos, que le concedieron el señorío de Válor.
“Según los historiadores-leí en
Wikipedia- la arbitrariedad y tiranía que muestra Abén Humeya, junto con su
carácter despótico y receloso, le hicieron perder el apoyo de los rebeldes,
siendo asesinado en su palacio de Laujar de Andarax el 20 de octubre de 1569
por su primo Abén Aboo”.
Quizá la acusación de tiranía se
compensa con la de liderazgo en un colectivo dividido y donde las disputas
internas fueron la tónica. Y, divididos, no se ganan las guerras. La
personalidad de Abén Humeya quedará envuelta en el romanticismo y la polémica.
Alguien que rompe con su pasado, renuncia a su cargo oficial, a su religión
postiza y se une a la rebelión siempre es atractivo. Quizá la tiranía era el
deseo de mantener la unidad ya que era consciente de que sin ella el fracaso
estaba garantizado, como demostró el tiempo. Aunque no fue escrito este
panegírico de Ibn Jafaya para él, es plenamente a él aplicable:
El sable empuña
gozosamente la victoria
en la mano ensortijada
que lo blande.
Si un día le clavase la
mirada al enemigo,
éste, aterrorizado,
renunciaría en el acto al desquite
mientras él, estremecido
de orgullo
y presa de una feliz
carcajada,
desaparecería bajo el
polvo levantado.
Días antes de su muerte, en septiembre
de 1569, convocó los Juegos Moriscos en Purchena, tras abandonar el cerco de
Vera. Incluían pruebas deportivas, concursos de canto y danza y su objetivo era
tener entrenada a la tropa y recuperar sus tradiciones, vestimentas y nombres.
Habrá que esperar hasta 1993 para recuperar esta tradición, que tiene lugar el
primer fin de semana de agosto.
De esta tradición se hizo eco el
compositor Albert Hay Marlotte, que compuso Fiesta
en Purchena, en 1938. Lo curioso es que jamás visitó el municipio. Le
atrajo el pasado morisco que leyó en un libro, Música en la antigua Arabia y España, de Eleanor Hague, inspirado
en los escritos de Ginés Pérez de Hita. El compositor de bandas sonoras para
Disney ha dado nombre a un festival en esta localidad, que también alumbró la
única biografía y estudio de sus obras.
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