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Entre mineros y moriscos. El valle del Almanzora 26. La rebelión de Aben Humeya.


 

Esta rebelión puso de manifiesto, según leí en la Historia de España de Planeta, de la que he sacado los datos, la debilidad de la monarquía española en una región de mayoría musulmana. El siguiente capítulo fue la expulsión ejecutada en el reinado de Felipe III, en 1609. La zona quedó despoblada, los campos desatendidos y hubo que recurrir a nuevos pobladores procedentes del norte de España. Como escribió Ibn Al-Abbar de Valencia:

La paz se nos volvió guerra

cuando el tiempo puso límite

a nuestra ilimitada paz.

 En Catoria instaló Juan de Austria su campamento durante la sublevación.

Abén Humeya, nombre hispanizado de Muhammad Ibn Umayya, y de nombre cristiano Hernando de Válor y Córdoba, fue de origen noble. Se consideraba descendiente de los Omeyas (de ahí su apellido Umayya). Su abuelo pactó su conversión al cristianismo y su colaboración con los Reyes Católicos, que le concedieron el señorío de Válor.



“Según los historiadores-leí en Wikipedia- la arbitrariedad y tiranía que muestra Abén Humeya, junto con su carácter despótico y receloso, le hicieron perder el apoyo de los rebeldes, siendo asesinado en su palacio de Laujar de Andarax el 20 de octubre de 1569 por su primo Abén Aboo”.

Quizá la acusación de tiranía se compensa con la de liderazgo en un colectivo dividido y donde las disputas internas fueron la tónica. Y, divididos, no se ganan las guerras. La personalidad de Abén Humeya quedará envuelta en el romanticismo y la polémica. Alguien que rompe con su pasado, renuncia a su cargo oficial, a su religión postiza y se une a la rebelión siempre es atractivo. Quizá la tiranía era el deseo de mantener la unidad ya que era consciente de que sin ella el fracaso estaba garantizado, como demostró el tiempo. Aunque no fue escrito este panegírico de Ibn Jafaya para él, es plenamente a él aplicable:

El sable empuña gozosamente la victoria

en la mano ensortijada que lo blande.

Si un día le clavase la mirada al enemigo,

éste, aterrorizado, renunciaría en el acto al desquite

mientras él, estremecido de orgullo

y presa de una feliz carcajada,

desaparecería bajo el polvo levantado.

 


Días antes de su muerte, en septiembre de 1569, convocó los Juegos Moriscos en Purchena, tras abandonar el cerco de Vera. Incluían pruebas deportivas, concursos de canto y danza y su objetivo era tener entrenada a la tropa y recuperar sus tradiciones, vestimentas y nombres. Habrá que esperar hasta 1993 para recuperar esta tradición, que tiene lugar el primer fin de semana de agosto.

De esta tradición se hizo eco el compositor Albert Hay Marlotte, que compuso Fiesta en Purchena, en 1938. Lo curioso es que jamás visitó el municipio. Le atrajo el pasado morisco que leyó en un libro, Música en la antigua Arabia y España, de Eleanor Hague, inspirado en los escritos de Ginés Pérez de Hita. El compositor de bandas sonoras para Disney ha dado nombre a un festival en esta localidad, que también alumbró la única biografía y estudio de sus obras.

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