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Entre mineros y moriscos. El valle del Almanzora 25. De las Capitulaciones de Santa Fe a las revueltas.


 

Las Capitulaciones de Santa Fe, firmadas por los Reyes Católicos a la caída del reino Nazarí de Granada, establecían el mantenimiento de la religión, costumbres e idioma de los granadinos. Eran un ejemplo de tolerancia. Cabe recordar que son del mismo año que la expulsión de los judíos.

El emperador Carlos V, su nieto, mantuvo el carácter tolerante en sus Disposiciones de 1526. Felipe II, inmerso en la lucha contra el Islam (la batalla de Lepanto tuvo lugar en 1571) no continuó esta línea. En 1567 dictó un edicto que prohibía la lengua y costumbres moriscas, con el problema adicional de que los moriscos desconocían la lengua castellana. Muchas de las costumbres que se prohibían no eran musulmanas: eran simplemente granadinas.



Fue también la época del Concilio de Trento y del espíritu de la Contrarreforma, poco propicia para la tolerancia. Uno de los religiosos más activos del concilio fue el arzobispo de Granada, que al regresar de Trento pasó por Roma y recibió una amonestación por no cuidar más el cristianismo en su diócesis, en clara referencia a los moriscos, que eran mayoritarios en sus dominios.

Las prohibiciones de Felipe II no llevaron consigo inicialmente el castigo, aunque enrarecieron el ambiente e inquietaron a los moriscos. Los piratas berberiscos campaban a sus anchas por el Mediterráneo Occidental y realizaban continuas incursiones en el levante español. Considerar a los moriscos como la quinta columna del Islam en España fue habitual.



Las autoridades locales eran conscientes de que una rebelión morisca sería difícilmente controlable, por lo que realizaron diversas gestiones ante el rey para que se impusiera la distensión. De nada sirvió y el alzamiento tiñó de sangre las Alpujarras y otras zonas cercanas, como esta del valle del Almanzora.

Los jefes de la rebelión, Abén Humeya y Abén Aboo, contactaron con Argel y Turquía para pedir ayuda. Llegaron a reunir a 25.000 combatientes. Es sintomático que Felipe II se desplazó a Córdoba para seguir más de cerca los acontecimientos y que en esa misma ciudad firmó la Santa Liga con el Papa y Venecia, la que luchó contra el turco en Lepanto, en 1571.

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