El valle del Almanzora estaba
formado por veintidós pueblos de escasa población -muchos de ellos con menos de
500 habitantes-. La solución para ellos fue la creación de una mancomunidad que
los agrupaba y ordenaba sus servicios.
Cuando les planteé que quizá
deberían formar un solo municipio, desaprobaron mi opinión. Si se hiciera,
muchos de estos pueblos desaparecerían. Habría uno preponderante que acapararía
todo y dejaría morir al resto. Algo muy español: barrer para casa. El español
es tanto más nacionalista o localista cuanto más pequeño es el ámbito. La lucha
entre pueblos es más encarnizada que entre provincias o entre comunidades. Si
el alcalde fuera de un determinado pueblo engrandecería al mismo y dejaría a su
suerte al resto.
Algunos alcaldes habían consagrado
sus fuerzas a sus localidades. Creo que ninguno cobraba por el cargo, lo que
hacía más altruista y entrañable su actuación desinteresada y a favor de la
comunidad. Otros, habían dejado pasar el tiempo y no habían movido un dedo,
para desesperación de los vecinos. Aquí la iniciativa del ayuntamiento era
esencial para algunos servicios, más aún para implantar las reformas y muy
importante para iniciativas de ocio. Destacaban que algunos alcaldes y
concejales no vivían ni trabajaban en el pueblo donde ejercían, con lo que malamente
podrían conocer sus problemas. Otros, al sufrir los mismos baches en la
carretera, por poner un ejemplo, tomaban las riendas y se implicaban mucho más.
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