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Entre mineros y moriscos. El valle del Almanzora 24. Purchena.


 

Regrese a Suflí y conduje hasta Purchena, la Hisn Burxana andalusí. Antes de llegar al pueblo una carreterilla marcaba la subida al castillo, a las ruinas árabes y a la ermita del Carmen. Pensé que de esta forma me ahorraría otra subida intensa a pie. Sin embargo, desde el parking, aún quedaba una buena subida. En lo alto, el Sagrado Corazón de Jesús.

El pueblo estaba a mis pies, con la iglesia en primer plano y con la vega desplegada hasta el horizonte.



Los cerros que se asomaban al valle estuvieron ocupados por castillos y atalayas que conformaban un completo sistema defensivo. Aunque la alcazaba de Purchena era del siglo X, edificada por marinos de Almería, su momento de máxima efectividad fue durante los siglos XIII y XIV, la época Nazarí, por la fuerte presión cristiana. Y recordé unos versos del poeta Ibn Jafaya:

Lo que en tu juventud estaba poblado, desierto ha quedado.

Me he detenido a llorar por unos vestigios borrados.

Las mejillas, ennegrecidas cual trébedes,

Parecen ahora una zanja abandonada.


 

El eje defensivo fue precisamente esta fortaleza. Las atalayas emitían señales lumínicas para comunicarse con los diversos puestos y trasladar las informaciones sobre amenazas o ataques. Busqué en los otros cerros, ayudado por un panel informativo, dónde podrían estar ubicadas esas posiciones. Me ayudó a comprender ese ámbito y a apreciar el paisaje. Desde este lugar escuchaba una banda de música, las sierras que utilizaban los trabajadores y el movimiento de los coches.

Para resistir los asedios era necesario acumular alimentos y agua. La torre del agua encerraba un nacimiento con un aljibe que abastecían al castillo y la población. Estaba detrás de la ermita, que había sido restaurada con fondos aportados por las gentes del lugar, gente solidaria.

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