En 1488, fue conquistada por los
Reyes Católicos y en 1515 quedó ligada al marquesado de los Vélez, cuando Pedro
Fajardo la adquirió, junto con Partaloa, por dos millones y medio de
maravedíes. Aquí instaló Juan de Austria su campamento durante la sublevación
morisca.
Mis notas previas no eran
demasiado correctas. Había varios monumentos a visitar: la iglesia parroquial
de Nuestra Señora del Carmen, la ermita de San Cayetano y San Antón y varias
casas de diversa importancia. Bien alimentado salí a confirmarlo.
Caminando por el pueblo descubrí varios bares donde podría haber comido. El primer monumento que salió a mi paso fue la descomunal iglesia parroquial, construida con piedra y ladrillo. Acumulaba cinco siglos de historia, testimonio de la antigüedad y prosperidad del lugar.
A dos manzanas, el teatro
Saavedra, tan bien pintado que parecía que lo iban a inaugurar. También cerca,
el ayuntamiento. En lo alto, la ermita. Las calles estaban bien ordenadas, con el
centro cultural, el mercado o las vistosas casas que quizá fueron palacios.
Subí a la ermita. La primera
cuesta era tremenda, tanto por la inclinación como por unas chabolas que daban
un poco de miedo. La ermita era, una vez más, mirador privilegiado sobre el
pueblo y la vega más inmediata. Busqué con la mirada entre las calles por si me
había olvidado de algo. La luz del atardecer era tierna y fervorosa. Me gustó
el punto de intensidad que presentaba.
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