“Cantoria, agua, fuego… historia”,
era el lema de esta población que, en época andalusí tuvo un castillo y estuvo
emplazada en otro lugar, el Lugar Viejo. Entre 1570 y 1573 se creó la población
actual.
La web local destacaba el
carácter acogedor y hospitalario de sus habitantes. Quizá por ello había
atraído a residentes extranjeros. En 2010 había censados 1095, sobre todo, del
Reino Unido. En el periódico local había leído una información que, aunque
relacionada con Zurgena, pueblo que no visité, trataba de la solidaridad de la
comunidad británica, que había realizado una donación de alimentos a favor de
sus vecinos más desfavorecidos. Estaba claro que se implicaban con una
comunidad que consideraban suya.
Atravesé el pueblo buscando
dónde aparcar y llegué a una calle cortada. Pregunté al policía municipal dónde
podía comer y me mandó al hogar del pensionista. No había mucha más oferta gastronómica,
según comentó.
En la terraza, al sol, un par de
ancianos con un aspecto bastante saludable y tres británicos disfrutaban de
unas cervezas. Dentro, me acompañaron tres trabajadores en un almuerzo eterno,
pausado y lleno de diálogo, y tres hombres de mediana edad que quizá tomaban el
aperitivo antes de ir a comer. Otros lugareños se sentaban y tomaban una
cerveza o un café. El hogar era el club social del pueblo. Los pensionistas
acogían a todos. Tomé una ensaladilla rusa y nos calamares a la plancha, todo
gustoso y bien hecho. De postre, pan de Calatrava. El policía había acertado.
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