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Entre mineros y moriscos. El valle del Almanzora 7. El poblado transformado en centro turístico.


 

La importancia del poblado, que llegó a contar con más de dos mil personas y un cuartel de la guardia civil con ocho guardias, quedaba patente en ese despliegue de medios, en la casa del médico, que daba servicio permanente a aquellas gentes, o la del delineante, un profesional importante para el diseño de las galerías, o las huertas que ahora eran un jardín botánico. Los colores del otoño y el buen tiempo me elevaron el ánimo en ese recorrido.

El centro de interpretación, dependiente de la Junta de Andalucía, estaba cerrado. Dos operarios realizaban reparaciones. Me acerqué al monumento al minero y al sendero donde antes hubo unos rieles para bajar el mineral, el plano inclinado. No encontré los antiguos cables aéreos, otro de los orgullos de la explotación.



En el bar del camping tomé un café en compañía de uno de los encargados.  Charlé poco con él porque tuvo que solucionar unos temas con los operarios. Me había facilitado unos folletos, me aconsejó bajar por la carretera antigua, seguir el sendero hasta la iglesia de Santa Bárbara, muy nórdica, y caminar por aquellos lugares que ofrecían sorpresas y bellos paisajes.

La carretera antigua era estrecha y plagada de curvas pero indudablemente era un acierto seguirla y parar de vez en cuando para dejarse captar por el lugar. Algún alojamiento rural había por allí en el que no me hubiera importado quedarme.

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