La importancia del poblado, que
llegó a contar con más de dos mil personas y un cuartel de la guardia civil con
ocho guardias, quedaba patente en ese despliegue de medios, en la casa del
médico, que daba servicio permanente a aquellas gentes, o la del delineante, un
profesional importante para el diseño de las galerías, o las huertas que ahora
eran un jardín botánico. Los colores del otoño y el buen tiempo me elevaron el
ánimo en ese recorrido.
El centro de interpretación,
dependiente de la Junta de Andalucía, estaba cerrado. Dos operarios realizaban
reparaciones. Me acerqué al monumento al minero y al sendero donde antes hubo
unos rieles para bajar el mineral, el plano inclinado. No encontré los antiguos
cables aéreos, otro de los orgullos de la explotación.
En el bar del camping tomé un
café en compañía de uno de los encargados. Charlé poco con él porque tuvo que solucionar
unos temas con los operarios. Me había facilitado unos folletos, me aconsejó
bajar por la carretera antigua, seguir el sendero hasta la iglesia de Santa
Bárbara, muy nórdica, y caminar por aquellos lugares que ofrecían sorpresas y
bellos paisajes.
La carretera antigua era
estrecha y plagada de curvas pero indudablemente era un acierto seguirla y
parar de vez en cuando para dejarse captar por el lugar. Algún alojamiento
rural había por allí en el que no me hubiera importado quedarme.
0 comments:
Publicar un comentario