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Albania, el país de las águilas 126. Ismail Qemali.



 

A pocos metros, la estatua de Ismail Qemali. Es curioso que muchos de los personajes más implicados en la independencia procedieran de la administración otomana. Se podía pensar que traicionaban a su señor, que se despeñaba en una fragmentación territorial irreversible y cambiaban de bando al que suponían con mayores posibilidades de gobernar. Pretendían un cambio desde dentro. El Imperio Otomano había sufrido numerosos reveses en el siglo XIX. Muchos territorios se habían independizado o fueron absorbidos por los imperios ruso y austrohúngaro.

Qemali nació el 16 de enero de 1844 en Vlorë en una familia noble albanesa. Era otro rasgo común: fueron los aristócratas y los intelectuales quienes impulsaron el cambio. El pueblo llano, los campesinos y las gentes más pobres quedaban al margen. Al menos en los planteamientos porque el pueblo es siempre eficaz en la lucha en las calles.



Ejerció importantes cargos en la administración imperial, como gobernador de Ioanina o de Bulgaria. El ascenso al poder del absolutista sultán Abdul Hamid II y la derogación de la Constitución de 1878 le llevó a la cárcel y posteriormente al exilio, tanto por mantener la reinstauración constitucional como por abogar por la descentralización y la identidad albanesa.

La revolución de los Jóvenes Turcos le llevó de vuelta a Estambul. Y nuevamente habrá de abandonar la ciudad en 1909 por sus ideas. Desde ese momento tratará de conseguir apoyos para la independencia, que encontrará en Gran Bretaña y Austria-Hungría.

Tuvo un papel destacado en la Declaración de Independencia del 28 de noviembre de 1912, un mes después del inicio de la Primera Guerra de los Balcanes. La idea de una Gran Albania quedará aparcada por el Tratado de Londres de 1913. Las tensiones expansionistas de sus vecinos causarán una inestabilidad que se prolongará en posteriores años.



Qemali asumió la presidencia del nuevo estado y la cartera de Exteriores. Para intentar poner paz entre las diversas regiones se acordó que Albania se convirtiera en un principado con Guillermo Wied en el trono. Pero no pudo contar con el apoyo de los territorios que no dominaba por lo que presentó su dimisión y cedió la autoridad a la Comisión Internacional de Control que se había constituido hasta que las instituciones políticas estuvieran debidamente preparadas. Partió a París, donde vivió durante la Primera Guerra Mundial. Murió en 1919 en un hotel de Perugia.

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