Al inicio de la avenida encontré
una estatua del rey Zog vestido con traje de gala del ejército, apoyado sobre
su sable. Era muy similar a la de la foto del Museo de Historia, de 1928.
Mostraba a un hombre seguro de sí mismo, atildado, de bigotillo leve, impecable.
En el museo contemplé las fotos de su boda en 1938. Un año después partiría
para un exilio definitivo.
Ahmet Muhtar Bey Zogolli nació
en 1895 en el castillo de Burgajet. Su padre fue gobernador hereditario de Mati
y, a su muerte, en 1908, le sucedió. La rama materna se remontaba hasta
Skanderbeg. Estaba emparentado con los Toptani. Después de ascender al cargo de
gobernador se desplazó a Estambul para completar su formación como oficial del ejército
turco.
Los tiempos posteriores a la
independencia fueron difíciles, inestables. Griegos y serbios buscaban
anexionarse territorios del joven país que había contado con la ayuda del Imperio
Austro-húngaro para separarse del Imperio Otomano. En la Primera Guerra Mundial
combatió en el ejército de austriaco contra Serbia. Al finalizar la guerra
estuvo prisionero un breve tiempo en Italia. Una apasionante juventud.
Al regresar al país se convirtió
en el líder del Partido Reformista Popular que defendía los intereses de los
antiguos beys, la aristocracia de señores feudales, a los que se sumaron
comerciantes e intelectuales. Fue nombrado gobernador de Shkodar en 1920 y
ministro de Interior en 1921. Su lucha contra terceros países que buscaban
escisiones y anexiones le hicieron popular. Eso no impidió que sufriera varios
atentados o que le dispararan en el propio parlamento en 1923. La lucha por el
poder era enorme. La Revolución de Junio de 1924, una revuelta campesina que
unió a ortodoxos e izquierdistas, le mandó al exilio, del que volvió en
diciembre de 1924. La represión posterior fue dura. Fue nombrado Primer Ministro
y posteriormente Presidente de Albania.
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