Subir las cuestas de Kruja exigía
un esfuerzo adicional al vehículo. En las paradas, Julián echaba el freno de
mano. Alguna escena curiosa y peligrosa se produjo como consecuencia de las
losas resbaladizas de algunos tramos.
El bazar había seguido
manteniendo su función tradicional. Su máximo apogeo fue durante los siglos
XVII y XIX, cuando contó con unos doscientos puestos. Algunos puestos estaban
cerrados aquella mañana de domingo. Ofrecían productos textiles tradicionales o
antigüedades que incluían bustos de Skanderbeg, figuras folclóricas, restos del
nostálgico pasado comunista, objetos cotidianos de décadas atrás y un sinfín de
cacharros inútiles. Esos que tanto les gustan a los turistas.
Los aleros de madera nos protegían
de una lluvia fina que calaba un poco y molestaba mucho. Cuando se
intensificaba provocaba gestos de mal humor. Afloraban los paraguas.
Caminamos por ese residuo del
pasado observando las mercancías. Sin mucho interés, por cierto. Mi casa está
ya saturada de objetos y no quería ampliar la nómina de las piezas apelotonadas
en las estanterías.
0 comments:
Publicar un comentario