Una musiquilla monótona me
convenció para salir de la cama a las siete y media, media hora antes de la
programada en el despertador. Aunque el día anterior me metí en la cama a las once
y caí fulminado por el sueño inmediatamente, estaba tan cansado que creí que no
me recuperaría con nueve horas de sueño. A las siete estaba despierto, vagueé
un poco y me decidí a escribir unas líneas después de tantos días sin
sistematizar mis notas, que seguí escribiendo, aunque con escasa devoción. No
habíamos parado.
El hotel Boka era un antiguo
palacete reconvertido a hotel con bastante elegancia. La habitación que ocupaba
era amplia, acogedora, daba al bazar, de ahí el sonido musical, y su cuarto de
baño era moderno, de mármol, cómodo y limpio. Valoro mucho el cuarto de baño de
los hoteles. Da una de limpieza y mantenimiento.
Aquél era el último día para los
que vinieron desde Barcelona. Era el primer signo de que el viaje se acababa.
Cristina, Gustavo y yo aún continuaríamos un día más.
Las mujeres se habían levantado
pronto y habían aprovechado para dar un paseo por el entorno del bazar y hacer
alguna compra. No habíamos tenido muchas oportunidades. Estaba claro que
estábamos de vuelta en el tema de las compras. Nadie se quejó de que no hubiera
habido ocasión para ello, aunque quien más o quien menos quería llevarse un
recuerdo, para ella, él o para la familia o los amigos. Los imanes son muy
socorridos. Tampoco tuvimos la impresión de que hubiera algo esencial que
hubiera que comprar. Quizá un icono. Nadie del grupo suspiró por una alfombra,
unas babuchas o un gorro típico, muy apropiado para fiestas de disfraces.
Para ser tan temprano (las diez
de la mañana) había mucho movimiento, como si los festivos movieran casi tanta
gente como los laborables. No pregunté si aquí habían disfrutado de festivos o
si se vivía la Semana Santa de alguna forma especial. Desde luego, no había
procesiones, aunque el día anterior y ese mismo día observamos niñas con
canastillas con pétalos, algún alimento y algún detalle más. Quizá se vivía en
el ámbito familiar. Aún no era la Pascua ortodoxa, que se retrasaba unos días
por la adaptación del calendario. Probablemente en los ámbitos rurales
católicos hubiera alguna celebración más o menos intensa.
Mientras atravesábamos la ciudad
en dirección a Kruja (o Krujë) y el aeropuerto fui consciente de que los
edificios de vanguardia se alternaban con otros bastante cutres. Con una mano
de pintura o un revoco no sé si se salvarían de un pensamiento negativo.
Algunos recordaban tiempos de la dictadura comunista en que la belleza no era
necesaria y el utilitarismo dictaba las formas con un perfil social. Algunas
zonas se salvaban por los jardines y los parques, muy abundantes en toda la
ciudad.
Gustavo comentó que el mejor
negocio de la ciudad sería una empresa de andamios. Había construcciones,
rehabilitaciones y reformas por todas partes. O de alquiler de plumas, las grúas
de la construcción.
Cuando salimos del cogollo de la
ciudad apreciamos muchos edificios de oficinas y negocios.
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