La remodelación de la plaza
Skanderbeg era reciente y fue una de las apuestas del municipio. Fue
peatonalizada y se construyó un aparcamiento subterráneo con cabida para unos
trescientos coches. Hasta su remodelación, la atravesaba el tráfico. Alguna
foto antigua había observado y ese tráfico no era agobiante, más bien
anecdótico.
La estatua del héroe nacional
había sustituido a una de Lenin de ocho metros de altura, que desapareció con
la dictadura.
Dorian nos mostró los edificios
gubernamentales. Ya no me parecieron mera arquitectura. Respiraban, se
comunicaban conmigo. Me apené, como un ciudadano más, de la desaparición de
aquel hermoso teatro italiano ejecutado por la especulación. Empezaba a
considerar Tirana como mi ciudad de adopción. Sin duda, lo era.
Nos dirigimos a la catedral ortodoxa.
Su campanario brillaba con la luz del atardecer. La altura de la gran mezquita,
la catedral ortodoxa y la católica eran similares, algo más alta una u otra
edificación si estaba en llano o en alto. Había que evitar suspicacias entre
credos.
Frente a la catedral ortodoxa se
alzaba un edificio que Dorian nos aconsejó visitar: House of Leaves, la
Casa de las Hojas. Era el Museo de Vigilancia Secreta. Acogía una exposición
sobre el espionaje a la población. Fue el cuartel general de la Segurimi, la
represora policía política de Enver Hoxha. Durante la ocupación nazi albergó a
la Gestapo. Desde luego, por sus antiguos inquilinos daba miedo visitarlo.
Cruzamos el río y entramos en el
barrio de Blloku, donde estaba el hotel de nuestra anterior estancia. A pocos
pasos se hallaba la casa donde vivió Enver Hoxha, una casa que tampoco
presentaba un excesivo lujo. Como el chalet de una familia acomodada. Aquella
casa, de apariencia agradable (que no había llamado mi atención en la anterior
estancia), daba para todo tipo de rumores. Como el de “la ayuda al suicidio” de
Hoxha a un Primer Ministro que se había desviado de sus dictados. Desde allí
nos acercamos a otras casas que ocuparon los ministros del régimen. Nada hacía
deducir a simple vista la transformación del barrio. Se había convertido en
lugar de ocio con abundancia de bares y restaurantes.
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