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Albania, el país de las águilas 98. La iglesia de San Juan Kaneo y un paseo por la ciudad de Ohrid.


 

Una senda que atravesaba un bosquecillo nos condujo hasta la iglesia de San Juan Kaneo, dedicada a Juan de Patmos, el apóstol San Juan. Ocupaba una roca en un extremo que regalaba al visitante una preciosa vista. Había sido utilizada en varias ocasiones para promover el turismo en Macedonia del Norte. Quizá era por quedar aislada y en alto, aunque en una posición más baja que el monasterio de San Pantaleón. Le servía de telón de fondo el atardecer brumoso sobre el lago que tenía cierto carácter bíblico. Ohrid no paraba de sorprendernos gratamente.



Rodeamos el templo, aplazamos entrar a su interior, nos situamos a su espalda y nos fotografiamos en grupo. Aún hubo tiempo para retener el momento, el lugar, su ámbito, su sacralidad y espiritualidad, la hermosura del emplazamiento.

Para el regreso nos esperaban unas barcas que se alejaron un poco para contemplar en contrapicado el promontorio y la iglesia y luego emprendimos el retorno con una buena visión del conjunto de la ciudad sobre la colina.



En el embarcadero, Dorian nos dio unas breves explicaciones, nos aconsejó unos restaurantes y un grupo se lanzó a hacer compras. Cristina, Gustavo y yo nos fuimos a recorrer un poco más de la ciudad, la zona comercial, el bazar y el barrio musulmán. Nos asomamos a una mezquita, desierta, buscamos cómo subir a una iglesia que se ofrecía atractiva rodeada de casas y entramos en un pub irlandés para descansar, tomar una buena cerveza y charlar animadamente. Junto al hotel tomamos otra ronda en un local repleto de gente de la ciudad.



La oscuridad se había soltado del cielo e inundaba la ciudad con su manto gris, sin violencia, con templanza, sabiéndose vencedora desde mucho antes de su aparición. Por eso, jugueteaba con las luces del atardecer, marchitas, ya cansadas de un trabajo tan largo y laborioso. Se hundía dulcemente sin desairar al día.

Cenamos en el hotel. En la calle quedaba poca gente. Estaba claro que replegaban rápido. El frío se hacía más intenso.

Ordené muy poco mis ideas y recé para que mis recuerdos no se extraviaran porque mis notas fueron muy pobres. Habrá que rebuscar más en la memoria de los sentimientos.

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