Una senda que atravesaba un
bosquecillo nos condujo hasta la iglesia de San Juan Kaneo, dedicada a Juan de
Patmos, el apóstol San Juan. Ocupaba una roca en un extremo que regalaba al
visitante una preciosa vista. Había sido utilizada en varias ocasiones para
promover el turismo en Macedonia del Norte. Quizá era por quedar aislada y en
alto, aunque en una posición más baja que el monasterio de San Pantaleón. Le
servía de telón de fondo el atardecer brumoso sobre el lago que tenía cierto
carácter bíblico. Ohrid no paraba de sorprendernos gratamente.
Rodeamos el templo, aplazamos
entrar a su interior, nos situamos a su espalda y nos fotografiamos en grupo. Aún
hubo tiempo para retener el momento, el lugar, su ámbito, su sacralidad y
espiritualidad, la hermosura del emplazamiento.
Para el regreso nos esperaban
unas barcas que se alejaron un poco para contemplar en contrapicado el
promontorio y la iglesia y luego emprendimos el retorno con una buena visión
del conjunto de la ciudad sobre la colina.
En el embarcadero, Dorian nos
dio unas breves explicaciones, nos aconsejó unos restaurantes y un grupo se
lanzó a hacer compras. Cristina, Gustavo y yo nos fuimos a recorrer un poco más
de la ciudad, la zona comercial, el bazar y el barrio musulmán. Nos asomamos a
una mezquita, desierta, buscamos cómo subir a una iglesia que se ofrecía
atractiva rodeada de casas y entramos en un pub irlandés para descansar,
tomar una buena cerveza y charlar animadamente. Junto al hotel tomamos otra
ronda en un local repleto de gente de la ciudad.
La oscuridad se había soltado
del cielo e inundaba la ciudad con su manto gris, sin violencia, con templanza,
sabiéndose vencedora desde mucho antes de su aparición. Por eso, jugueteaba con
las luces del atardecer, marchitas, ya cansadas de un trabajo tan largo y
laborioso. Se hundía dulcemente sin desairar al día.
Cenamos en el hotel. En la calle
quedaba poca gente. Estaba claro que replegaban rápido. El frío se hacía más
intenso.
Ordené muy poco mis ideas y recé
para que mis recuerdos no se extraviaran porque mis notas fueron muy pobres.
Habrá que rebuscar más en la memoria de los sentimientos.
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