El nombre latino de la ciudad,
Lychnidus, significaba ciudad de luz. Para comprobarlo, nada mejor que subir
por las calles hasta una posición dominadora. Ese ascenso nos condujo por una
calle empinada al teatro griego de época helenística. Se habían conservado
parte de las gradas y los accesos. La escena estaba cubierta por un entablado y
una estructura metálica. En verano se celebraba un festival de teatro clásico. La
parte superior estaba rodeada de casas que quizá habían sido construidas
utilizando los materiales del teatro y ocupando parte de su estructura,
descubierta en 1980.
En época romana fue utilizado no
sólo para representaciones teatrales. También lo fue para luchas de gladiadores
y ejecuciones de cristianos, lo que parece ser la causa del rechazo del lugar
por los habitantes de Ohrid y su posterior abandono.
Aquí tuvo lugar un incidente que
pudo acabar mal para mí. Mientras el guía local nos daba explicaciones, se
acercó un perro de aspecto moroso. Alguna de mis compañeras lo acarició y
Dorian advirtió que podía ser un foco de parásitos. Mientras, se acercó otro
perro, negro y poderoso, que empezó gruñendo al pacífico de color marrón claro.
De pronto, empezaron a pelear, con lo que nos alejamos todos. El negro persiguió
al otro y en su huida se fue hacia mí y al esquivar al negro éste se estrelló
contra mí. Menos mal que salté porque de haber permanecido parado me hubiera
roto la pierna. Sentí un dolor intenso aunque supe que todo se saldaría con
unas fuertes molestias y un hematoma morado. Me costó recuperarme del susto.
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