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Albania, el país de las águilas 93. Comida junto al lago Ohrid.


 

Como no habían permitido que hiciéramos fotos, Dorian consiguió un librito en donde explicaban la historia del monasterio y recogían las imágenes de los frescos. Decidimos que se lo asignaríamos a Begoña. Yo me acerqué para comprarlo y para mi sorpresa me lo regaló el que vendía las entradas. Como le había manifestado mi interés por los frescos me permitió fotografiarlos cuando quedó vacía la iglesia.

Visitamos otra capilla también decorada enteramente por frescos, aunque modernos.



En la zona más cercana al lago de los manantiales entramos en el restaurante Ostrovo para degustar las truchas del lago o sus carpas. A la hora de pagar fue una pequeña odisea ya que cada uno quería pagar lo suyo. Dorian obtuvo la traducción de los platos (estaban en cirílico en el menú), con sus precios, yo fui recaudando el efectivo, una parte pagamos con tarjeta, el camarero se estresó y no le cuadraba la cuenta y tuvimos que repetir todo para convencerle de que le dejábamos de más.

Regresamos al autocar y recorrimos los pocos kilómetros que separaban el monasterio de la ciudad de Ohrid. La carretera iba tranquila. Hasta donde alcanzaba la vista, el lago estaba rodeado de montañas coronadas por la nieve. El lago me pareció un mar. Se había calmado un poco el oleaje que presentaba antes de nuestra visita.

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