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Albania, el país de las águilas 91. Entramos en Macedonia del Norte.



Llegamos a Pogradec y al lago Ohrid. La ciudad era moderna y triste, quizá porque el cielo volvía a amenazar con lluvia y el viento soplaba con fuerza, lo que provocaba un oleaje que me pareció inusual en un lago. Junto a él se alzaban varios hoteles con aspecto mustio. La zona había sufrido un terremoto y tuvo que renacer desde sus escombros.

El camino hacia la frontera, que bordeaba el lago, estaba en obras. Tuve la impresión de que estábamos ejecutando una acción clandestina y que tomábamos aquel camino de tierra para evitar la intervención de los funcionarios de fronteras, todo muy peliculero. Curiosamente, el puesto de la aduana había sido financiado con fondos de la Unión Europea. Entre uno y otro puesto había unos trescientos metros. Nos marearon un poco, pero pasamos sin incidentes. Nos esperaba el monasterio de San Naum.



Nos habíamos encontrado varias veces con la vía Egnatia, que comunicaba el sur de Italia con Bizancio cruzando el Adriático desde Brindisi y atravesando los Balcanes. Una vía de comunicación para los ejércitos, las personas, las mercancías y las ideas. Una de sus etapas era Ohrid. Y en sus inmediaciones decidió San Naum fundar un monasterio. Otro ilustre visitante de la zona fue San Pablo, que viajó también por la famosa vía romana.

Julián aparcó el autocar e iniciamos un hermoso paseo. A nuestra derecha quedaba el lago y poco después alcanzamos la zona recreativa de los manantiales de Crn Drim. Las aguas del lago Prespa desembocaban en el lago Ohrid. Ya habría tiempo para disfrutar de ese paisaje con algo más de tranquilidad. Nuestro objetivo se anunciaba a unos cientos de metros sobre un promontorio rocoso. El lugar acaparaba una gran belleza.

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