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Albania, el país de las águilas 88. El Museo Nacional de Arte Medieval.

 


Sin duda, el mayor atractivo de la ciudad era el Museo Nacional de Arte Medieval y su magnífica colección de iconos, muchos de ellos de los siglos XIII y XIV, o de los siglos XVI al XIX. Los más interesantes eran de pintores tan reputados como Onufri (tanto el padre como el hijo) o la familia Zografi. Abarcaba todas las épocas, autores, estilos y representaciones. Muchos eran de la cercana Voskopoja, un importante centro iconográfico en el siglo XVII. No dejaban hacer fotos.



Nada más entrar, a la izquierda, sorprendía una amplia sala con una alta pared repleta de iconos. Aparentemente, no seguían un orden. Era la temática la que daba armonía a esa primera e impresionante colección que había que observar detenidamente, uno a uno, parando y reflexionando, reteniendo rostros y gestos, escenas y personajes. Era aconsejable volver a verla desde el balcón, a mitad de la escalera o al coronar la primera planta. Era impactante.

La pintura ortodoxa seguía unas reglas precisas, quizá para nosotros agobiantes y que dejaban poco espacio a la creatividad, al genio libre de los artistas. Cada santo debía ser representado de acuerdo a unas convenciones fijas que permitían identificarlos fácilmente. La Virgen sólo podía ser pintada en nueve posturas. Destacar en ese mundo de rígidas reglas era complicado, aunque había buenos ejemplos de lo contrario. Y allí estaban para que los disfrutáramos.



La sección de Onufri era la más importante. Había marcado una peculiar forma de representación de escenas religiosas. Destacaban sus colores, el alma que trascendía de sus personajes entre lo divino y lo humano. Imataban su pinceladas precisas, su espíritu que captaba la esencia del alma de los personajes sagrados.

Conversamos en torno al gesto de unión del pulgar con el anular, la representación de la última cena en círculo y con tres personajes sin barba, las diferentes vírgenes y santos. Los dos cuadros de San Jorge en pleno martirio resaltaban un ensañamiento cruel. Quienes infligían el castigo eran otomanos, que simbolizaban al demonio.

El iconostasio que exhibían era impresionante. No había que perderse otros objetos sagrados o las puertas sagradas.

Una visita esencial.

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