Designed by VeeThemes.com | Rediseñando x Gestquest

Albania, el país de las águilas 84. El dramatismo de un paisaje de montaña.


 

El paisaje parecía repetirse en una sucesión de voluminosas montañas, valles encajados y ríos caudalosos, cielos pesarosos y un sol que vagaba por las alturas con más pena que gloria. La carretera era una provocadora sucesión de curvas que ataban simbólicamente las montañas en ascensos y descensos. Atrapó mi mente la palabra monotonía y no podía vencerla en un entorno tan hermoso.

Las gotas se acumulaban en el cristal y perturbaban mi visión. Difuminaban el dramatismo del paisaje, que se transformaba en un escenario gris dominado por la lluvia. El sueño se había apoderado del grupo y el ruido del motor era lo único que escuchaba mientras Julián conducía con pericia.

Esta fue la etapa más larga y extenuante del viaje. La carretera era cada vez peor y acabó convirtiéndose en un camino de cabras. Los baches hacían peligrar los bajos del autocar.



La carretera había sido trazada por los italianos al inicio de la Segunda Guerra mundial, tras la invasión, con escasa resistencia de Albania. El objetivo de los fascistas era invadir Grecia, como ya comentaba. Estábamos bastante cerca de la frontera. La invasión fue un fracaso. En la zona hubo un frente que se enquistó para los invasores, que sufrieron muchas bajas. A los que colaboraron con los italianos los denominaron “ballistas”, por ser miembros del Balli Kombëtar, el Frente Nacional.

La guerra fue tan dura que muchos soldados decidieron desertar. Se quedaban como criados de los campesinos albaneses que les dieron casa y comida y, lo más importante, protección. Si los encontraba el ejército eran inmediatamente fusilados.

También quedaron como criados tras la capitulación aquellos que no pudieron ser repatriados por falta de barcos o por el temor a ser hundidos en el trayecto. Para el general del libro de Kadaré era una vergüenza inaceptable:

Cuántas veces habremos tenido que enrojecer de vergüenza al oír que alguien dice que nuestros soldados se arrastraban hasta el extremo de dedicarse a lavar la ropa y a cuidar las gallinas de los aldeanos albaneses.

Primero vendieron sus armas y luego se ofrecieron para cualquier trabajo. La dignidad no contaba.



En esas elucubraciones andaba cuando apareció un amplio meandro en forma de herradura, una de las imágenes más bonitas del viaje. La carretera se deslizaba por la parte alta del valle, con lo que constituía un excelente mirador. El alma tortuosa de la carretera de montaña se apiadaba de nosotros y nos regalaba ese espectáculo, al que contribuía un cerco de altas cumbres adornadas por una cinta de niebla. Pusimos pie a tierra, estiramos las piernas y nos desperezamos. Volvió a escucharse la alegría del grupo mientras hacía unas estupendas fotos.

La siguiente referencia que marcan mis notas es Leskovic, algo así como” el río avellana”, al pie de la montaña Melesini, cerca de la frontera con Grecia. Aquí tuvo lugar una batalla en 1831. Era tierra de bektashis.

0 comments:

Publicar un comentario