Se sucedían los pequeños pueblos,
las casas dispersas. No sabía cómo combatir la monotonía. En ocasiones, tenía
la impresión de que la retorcida carretera SH 75 nos llevaba de regreso, como que
no avanzábamos. La nueva serie de baches nos sacaba de dudas, rompía el sueño. Gracias
a ellos pudimos gozar del paisaje, que seguía siendo salvaje, primitivo. Los
altos pinos a veces cerraban el paso a la vista.
Paramos en un restaurante junto
a un pequeño lago o estanque, quizá un lugar para veraneantes o excursionistas.
En esta época del año no debía acudir mucha gente. El cielo ahondaba en su
negrura y la noche se anticipaba.
Sobre las siete y media entramos
en Ersekë. Nos quedaban unos 30 minutos hasta Korça por una carretera algo
mejor, lo que fue un gran alivio para todos. Cuando llegamos a nuestro destino
estábamos machacados. Menos mal que el hotel Park Plaza estaba muy bien y a
poca distancia del bazar.
Necesitaba despejar mi cabeza,
embotada por las últimas cuatro horas de baches y curvas. Lo normal hubiera
sido quedarme tumbado sobre la cama. Me hubiera quedado dormido vestido. Sin
embargo, Dorian nos citó en recepción media hora después para acompañarnos a
cenar. Fue mi salvación.
La ciudad no estaba muy animada,
aunque había gente en las terrazas cubiertas cenando o viendo el fútbol. Estaba
iluminada. Pasamos ante la catedral, nos desviamos a la derecha, luego giramos
a la izquierda y nos topamos con el bazar. Dorian aconsejó un restaurante y
allí nos metimos. Yo cené sopa para restablecerme y las salchichas de carne
picada que eran típicas de la ciudad. Por supuesto, con cerveza Korça, que
lógicamente se fabricaba aquí.
La conversación fue animada.
Fuimos los últimos en salir. Cerraron inmediatamente después. Regresamos al
hotel despacio.
0 comments:
Publicar un comentario