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Albania, el país de las águilas 107. La comida, Elbasán y Tirana.


 

Paramos a comer en un establecimiento moderno de autoservicio emplazado en un lugar del valle muy hermoso. La comida era bastante decente: arroz con espinacas, que utilizaban mucho en este país, pechuga a la plancha con patatas al horno y yogur que había que rebajar con un poco de azúcar. Y, por supuesto, una cerveza, en este caso italiana: Moretti.

Comí con Pilar, que tendía a aislarse desde que se marchó Begoña por la enfermedad de su hermano. Era una mujer sencilla y agradable. Me caía bien, y hubiera deseado que las circunstancias fueran otras para demostrar su alegría.

No tengo muy claro cuál fue nuestro recorrido. Iba cansado y me pegué más de una cabezada, con lo que mis notas fueron escasas y confusas.

Quizá la primera ciudad al otro lado de la frontera fue Prrenjas, del distrito de Elbasán. Dejamos el Parque Nacional de Shebenik-Jabillanica a nuestra derecha, alcanzamos Librazhd y por la SH3, con la compañía del río Shkumbin (que en mis notas aparecía como Skope), alcanzaríamos Elbasan y de allí, por la A3 pasaríamos Krrabé y prolongaríamos hasta Tirana, que fue donde me desperté.

Era un paisaje de montaña no demasiado alta, casas dispersas y aldeas incrustadas en las cuestas del paisaje, con alguna ciudad algo más densa. Muy bucólico, alimentado por mi mente semionírica, por el sueño y el cansancio. Una ciudad amplia a unos 70 kilómetros de Tirana debió ser Elbasán.

El sol penetraba en las flores de los cerezos o los almendros, blancas o rosas, vibrantes, en el humilde verde de los hierbajos del borde de la carretera o la cuneta, en las hojas de los árboles. Forjaba colores plenos de alegría y primavera.

Entramos en Tirana por la zona de la Universidad. Atravesamos la ciudad que vivía una animación especial. Las terrazas estaban repletas de gente.

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