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Albania, el país de las águilas 101. Caminata por el Parque Nacional Galicica II


 

Llegamos al área recreativa Korita, una altitud de 1340-1350 metros sobre el nivel del mar. Ofrecía unas sencillas instalaciones, bancos y mesas de madera, un lugar ideal para un picnic. Cerca surgía uno de los escasos manantiales del parque. Un panel ofrecía información sobre las mariposas Apolo (Parnasius Apollo) y de la planta Astragalus mayeri, que solo se encontraba en el parque. Habría que esperar a junio o julio para su floración. Era una llamada de atención sobre la impactante naturaleza del lugar.



Un poco más abajo, en un prado, se alzaba una pequeña e interesante iglesia de tonos claros y tejados de pizarra. Resaltaba en el verdor rodeado de árboles desnudos. Si mi memoria no falla estaba dedicada a San Juan. Su construcción parecía reciente. Volvía a sorprenderme que estuviera en un lugar tan apartado, sin una población cercana a la que atender espiritualmente. Sin duda, era un refugio para ermitaños. Al margen del mundo, cercano a dios.

Reanudamos la marcha, el sol apretó y nos fuimos quitando capas de abrigo. El bosque pelado abría una senda descendente por la que nos colamos en fila india. Las hojas alfombraban nuestros pasos. Cuando se despejó el cielo recuperamos las vistas sobre el lago que nos miraba con calma, como ilusionado por volver a vernos. Las primeras casas de Elsani aparecieron poco después. Nos dieron nuevos bríos. Pero no dejamos de parar para emborracharnos con el paisaje subyugante. El grupo se partió en varios subgrupos. Me quedé con el más rezagado. Hubo un momento en el que dudamos sobre qué camino tomar a la entrada del pueblo. Asomaron los animales para recibirnos.


Almorzamos en una casa rural propiedad de los padres de nuestro guía, una familia encantadora y hospitalaria. Sobre la mesa desplegaron especialidades locales con una pinta estupenda: berenjenas, calabacín, yogur, empanadas con aspecto de una quiche, patatas, rollitos, una especie de pisto y ensalada. Probamos el vino local y, a los postres, el raki casero que producían y que estaba más que fuerte. Terminamos saciados y contentos.

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