La ciudad contaba con unos treinta
mil habitantes, aunque me dio la impresión de ser más grande, quizá por su
configuración en cuesta y como derramada por una multiplicidad de barrancos,
como una población canaria. Al situarnos en la base de la calle del bazar, por
la que ascendimos, daba un poco de respeto, y de cansancio, observar aquellas
construcciones que habían competido por situarse más altas que las demás. Comentamos
en broma que había que subir a la más alta para puntuar y dar por visitada con
honores la urbe.
El bazar, como en otras ciudades
albanesas, era una animada sucesión de tiendas. Nada que ver con los bazares
turcos cubiertos. Eso sí, estaba aún animado y con los comercios abiertos.
Remontamos la adoquinada calle Ismail
Kadaré hasta la mezquita del bazar y torcimos a la derecha hasta la kulla
Skenduli. Muy cerca estaba el museo Etnográfico de Gjirokastra, que ocupaba la
que fue casa natal del dictador Enver Hoxha. Antes de dedicarse a museo había
sido dinamitada por un grupo presumiblemente anticomunista y reducida a
escombros.
Al estar construida en cuesta,
la planta superior quedaba más cercana a nuestra vista. Eso no impedía apreciar
la majestuosidad de la casa con su sobresaliente alero de madera. El tejado era
tradicional y cubierto de piedras. Bajamos por un callejón para entrar en la kulla.
Dorian nos reunió en el patio de
entrada y nos fue dando valiosas explicaciones. El jardín se había reducido
considerablemente. En el exterior, se ubicaba la cocina principal.
0 comments:
Publicar un comentario