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Albania, el país de las águilas 73. Atardecer de cervezas y cena reconfortante.


 

Gjirokastra era una ciudad animada...hasta cierta hora. El viajero no puede pretender el ambiente ni los horarios españoles.

Las mujeres se fueron al bazar a comprar regalos para la familia y los amigos y Cristina, Gustavo y yo nos metimos en un pub irlandés bastante animado y algo ruidoso para nuestro gusto. Estaba bastante lleno, pero encontramos un sitio con banquetas altas. Cayeron dos rondas. Gustavo se decantó por una cerveza negra del país y Cristina y yo por una rubia local de buen cuerpo, aunque suene un poco pretencioso.

No fue sencillo encontrar dónde cenar. Dorian nos había dado unos consejos y los nombres de varios locales, caminamos por las calles escasamente iluminadas y casi solitarias y nos metimos en un restaurante coqueto en una calle que subía hacia el castillo. Tomamos sopa de pollo o verduras, caliente y reconfortante, con unos tropezones generosos. Deliciosas las albóndigas alargadas, las cofte. Y, por supuesto, otra ronda de cervezas.

Hablamos de todo un poco: de viajes, de dinero negro, de pleitos y corrupciones, del grupo que nos había correspondido.

A las 10 estábamos en el hotel, que correspondería con un tres estrellas español. Estaba algo envejecido y esa falta de actualización le restaba encanto. Debía de ser de los de toda la vida.

Antes de despedirnos comentamos nuestro temor por el grupo de 47 españoles que compartía hotel con nosotros. El grupo estaba conformado mayoritariamente por gente mayor, ruidosa y grosera. Era el mismo de Butrinto. Estaban descontrolados. Por eso establecieron la hora de salida a las ocho y cuarto para no coincidir. Temíamos lo que pudiera ocurrir en el desayuno.

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