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Albania, el país de las águilas 69. El Kanun I.


 

Mientras Dorian nos hablaba de las disputas entre clanes y familias recordé la existencia del kanun, la ley consuetudinaria que en algunos aspectos era terrible. Algo había leído sobre su vigencia. Lo más llamativo era la ley no escrita de venganza, tan arraigada que no había forma de erradicar la horrible práctica de deudas de sangre que se podían prolongar durante décadas y generaciones y que provocaba que ciertos colectivos fueran tan temerosos de salir a la calle que se encerraban en sus hogares en una especie de muerte en vida.

Realicé una búsqueda por internet y encontré que el término se aplicaba a las leyes establecidas por los soberanos musulmanes, en particular por los otomanos, en contraste con la sharia y para asuntos no regulados por ésta. Equivaldría a la ley civil, frente a la de los juristas musulmanes. Su contenido, por tanto, no se circunscribía a la práctica de la venganza.

Posteriormente, había profundizado en ella y había leído el magistral relato de Kadaré en su libro Abril quebrado. El libro se iniciaba con la ejecución de una de esas venganzas de sangre, de consecuencias demoledoras:

Se atrancaban las puertas de los parientes próximos o lejanos pues, al igual que generación tras generación se había aprendido a reconocer los primeros embates de la tempestad, también se sabía que aquel era el peligroso momento inmediato a la muerte; la familia de la víctima no había concedido todavía ninguna de las besa (protección jurada o palabra de honor) de modo que a los Kryeqyque, cegados por la sangre recién derramada, les estaba permitido disparar sobre cualquier miembro del clan de los Berisha.

En algunos casos podía llegar a paralizar la vida de un pueblo debido al enclaustramiento, única forma, no siempre eficaz, para sobrevivir. “La aldea está completamente desolada, como si la hubiera arrasado la peste” -expresa una anciana que se ha caído en un camino y que debe esperar al paso de un carruaje para que la socorran porque las venganzas cruzadas pesan sobre la población:

Esa es la kulla de Shkrel y aquella la de los Krasniq, cuyas venganzas están tan enmarañadas que nadie sabe a quién le corresponde matar, así que ambas familias se han enclaustrado en sus casas -explicaba la anciana-. Aquella kulla de allí, la alta de tres plantas, es la de los Vidhareq, que están en venganza con los Bung. La kulla de estos últimos, mirad, aquella que tiene la mitad de los muros de piedra negra, y casi no se ve. Ahí está la kulla de los Markaj y la de los Dodanaj, que también tienen venganzas pendientes y ya han sacado dos ataúdes por la puerta esta primavera. Aquellas de allá son las de los Ukaj y la de los Kryezese, ambas en línea recta y a una distancia que les permite dispararse sin salir al exterior; y desde sus ventanas no solo disparan los hombres sino también las mujeres y las muchachas.

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