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Albania, el país de las águilas 64. Reflexiones sobre el pueblo albanés.


 

El texto recoge algunas reflexiones sobre las gentes del país que ayudan a comprenderles, aunque hayan transcurrido varias décadas. Como la afirmación de que los albaneses fueron (y probablemente lo sigan siendo) buenos soldados habituados a las armas:

Los albaneses son un pueblo rudo y atrasado. Al poco de nacer les colocan un fusil sobre la cuna, de modo que esa arma pasa a ser parte integrante de sus existencias.



Recordé leer en la guía un detalle bastante peculiar sobre el mural que presidía la fachada del museo Histórico Nacional, en la plaza Skanderbeg de Tirana: todos los que aparecían en él, salvo uno, portaban armas. En 1997, cuando el pueblo salió a las calles al haber perdido sus ahorros en una estafa piramidal favorecida por las instancias oficiales, lo hizo con armas y hubo muertos y heridos. El país fue un importante productor de armamento. Acumuló un gran arsenal cedido por sus socios.

Me gustó una reflexión reflejada en un diálogo entre el general y el cura:

-¡Un país tan pequeño y tan pobre sometido a bloqueo! ¡Resulta extraño!

-Es verdad. Será difícil que salgan adelante dadas las actuales circunstancias.

-¡Vaya un pueblo! -exclamó el general-. Por lo que se ve, es imposible reducirle por la fuerza. Tal vez pueda someterlos la belleza.



Era cierto: al final sus vencedores tenían que negociar y pactar si querían un país tranquilo. Probablemente ése fuera el secreto de este país, tantas veces invadido y plagado de sufrimiento:

-Éste es un país trágico- dijo-. Hasta sus vestimentas contienen algo de trágico. Fíjese en esos manteos negros y en las faldas de las mujeres…

-¿Qué diría usted si escuchara sus cantos? Luto, lobreguez. Todo ello está relacionado con el destino de este país. No existe pueblo que a lo largo de los siglos haya conocido una suerte más triste. Eso es lo que les ha inoculado esa rudeza.

Regresa sobre los cantos en otro fragmento del libro:

Sus cantos tienen como tema preferente la destrucción y la muerte. Es un rasgo característico de la totalidad de su arte. Se encuentra en sus canciones, en su indumentaria, en toda su existencia. Constituye verdaderamente, de manera general, una característica de los pueblos balcánicos, aunque se encuentra de forma más acusada entre los albaneses que en los demás. Su misma bandera nacional no simboliza sino sangre y duelo.

Desde luego, su historia era dramática. Aquel lugar de frontera entre Oriente y Occidente, entre dos mundos, alejado, aislado por las montañas había conocido demasiados visitantes no deseados, demasiados combates. “Este pueblo, -afirma uno de los personajes- me parece a mí, ha tenido que encontrarse con excesiva frecuencia ante el peligro, y ese estado de alarma se ha convertido para él en una segunda naturaleza”.

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