El baptisterio, del siglo VI,
época bizantina, era circular y lo poblaban un conjunto de columnas redondas.
Debajo de la capa de arena se escondían los mosaicos, como en otras zonas de la
ciudad. Preservaban esos tesoros que adornaron los suelos y que se hubieran
dañado o perdido sin ese sistema. El mosaico del baptisterio era espectacular,
con siete bandas concéntricas que rodeaban la piscina bautismal para el
sacramento por inmersión, la forma antigua. Era octogonal. El ocho era el
número de la salvación, según leí. La salvación era su temática principal. Las
figuras las admiramos en un panel del museo. El agua de la laguna subía e
inundaba el terreno o bajaba y se secaba. Sin la protección adecuada ya no
existirían.
Avanzamos hasta la fuente de las
Ninfas, del siglo II d.C. y alcanzamos otra de las grandes construcciones: la
gran basílica. Una basílica, en el arte paleocristiano, era el lugar donde se
realizaban los tratos comerciales o se impartía justicia. Su forma sería
adoptada posteriormente para las construcciones cristianas. Se habían mantenido
los muros con sus hermosos arcos de ladrillo. Las losas eran de periodo otomano
y sirvieron para que no se hundieran los cañones que aquí se instalaron para la
defensa.
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