Llegamos a Dhërmi, el pueblo más
grande de la costa. Lo atravesamos y me quedé con ganas de poner pie a tierra y
pasear por sus callejuelas, todas adosadas en la pendiente de la colina. Sus
casas blancas atraían al viajero. Era un pueblo Mediterráneo muy bonito. Sus
habitantes descendían de los griegos.
Entramos en zona de curvas y
desfiladeros, un placer para nuestros ojos. Agradecíamos el ritmo lento del bus
para deleitarnos con el paisaje. Subimos, bajamos, repetimos el movimiento,
bordeamos todos los accidentes de la costa.
La siguiente población, Himara, que
se traduciría como quimera, por sus tres penínsulas que penetraban en el mar,
estuvo controlada por los griegos en 1912, el año de la independencia. Dos años
después, en 1914, la iglesia ortodoxa albanesa se independizó de la griega.
Tuve la impresión de que la
carretera, en un escalón superior, era como un balcón sobre el mar. Desde allí
contemplamos las playas familiares, los cabos tímidos que compartimentaban la
costa, toda la belleza de este tramo tan variado.
Habíamos entrado en la zona del Epiro
antiguo. El 60 por ciento del mismo pertenecía a Albania. El resto, a Grecia.
Era zona de ortodoxos.
El Despotado de Epiro fue un
intento de rehabilitar el Imperio Bizantino a la caída de Constantinopla
durante la Cuarta Cruzada. Estuvo vigente entre 1205 y 1358. Fue una época
convulsa para los Comneno, los Orsini, los Nemanjic, los Buondelmonti o los
Tocco, que se fueron alternando en el ejercicio del poder. Una época que quizá
debería de analizar más en profundidad ya que aparecía de forma intermitente en
nuestro viaje.
0 comments:
Publicar un comentario