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Albania, el país de las águilas 48. El Parque Nacional de Llogara.


 

Poco después apareció una enorme barra de roca que se infiltraba en el mar. Era la península de Llogara. Hacia ella nos dirigimos. Penetramos en un valle profundo e iniciamos el ascenso hacia lo alto de la montaña. Por supuesto, por una de esas carreteras que parecía trazada por un burro, en zigzag, como se hacía antiguamente. En Albania se respetaba el trazado de valles y montañas, lo que implicaba un tortuoso trazado sin túneles y puentes que facilitaran el avance. Las asociaba con aventura, con un regreso al pasado romántico en que viajar era una lucha contra los medios, sin comodidades. El paisaje de bosque era sencillamente espectacular. Obligaba a ir atento. El cielo cubierto y el avance de la tarde oscurecía el ambiente. Cuando llovía parecía que la noche se había precipitado sobre su presa.

El Parque Nacional de Llogara se constituyó en 1960. El hotel Alpin se alzaba en su seno a 1400 metros sobre el nivel del mar. Era un establecimiento típico de montaña, sobrio y cómodo. Carecía de ascensor, con lo que la subida a mi habitación en el tercer piso con la maleta fue una primera prueba para poner el cuerpo a tono para nuestra primera caminata.



Se había hecho casi de noche, por lo que Dorian aceleró el paso. Atravesamos el bosque denso de pinos y robles. La senda era estrecha, aunque no peligrosa. No llovía, o se animaba, a breves espacios, tenuemente. Al atravesar el bosque las ramas actuaban como paraguas. Los pinos y abetos casi impedían la entrada de la luz decreciente del tímido sol. El pino negro era el más abundante. En la bajada habría que llevar cuidado para evitar algún percance. La subida nos llevó algo más de media hora.


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