Tras la comida nos esperaban dos
horas de trayecto. Desde el principio, mis compañeros entraron en trance y
dieron unas cabezadas de campeonato. Temí por el cuello de alguno, propenso a
adoptar posiciones peligrosas.
Me entretuve contemplando los
diferentes matices verdes del paisaje que iban variando en intensidad, que se
transformaban en diversidad de marrones y que la lluvia y la humedad
relativizaban. Volvíamos a sumergirnos en el ámbito rural, en la esencia
campesina que se extendía aún por una parte importante del país. La emigración
interior había transformado este ámbito que había mantenido una parte
importante de su tradición. Había dado un salto en cuanto a calidad de vida. No
se palpaba miseria. Los campos estaban cultivados y las casa exhibían un
decente aspecto.
Íbamos por una llanura extensa
que desembocaría en el Adriático. Desde allí, hacia el sur, el mar cambiaría de
nombre y se convertiría en el Jónico. El punto de encuentro era Vlore, una
localidad de 141.000 habitantes que Dorian calificaba como el Benidorm
albanés. Era uno de los puertos principales de Albania. Frente a su costa,
una isla.
Vlore ofrecía un pequeño casco
antiguo y una fortaleza del siglo XIX. Ésta había sido destruida varias veces
por las sucesivas contiendas. En 1912 fue la elegida para proclamar la
independencia del imperio otomano.
Atravesamos la ciudad por una
avenida amplia y de edificios altos que nos condujo directamente hasta la playa,
completamente vacía. El tiempo no acompañaba y el agua debía estar bastante
fría. Los chiringuitos que jalonaban la costa estaban cerrados. En la temporada
de verano era un hervidero de turistas, nacionales y extranjeros, muchos de
ellos italianos. Brindisi estaba a 80 kilómetros de la costa albanesa.
Las barcas de pesca estaban
varadas en las playas. Alguna se mecía con el tibio oleaje. Un carguero ocupaba
el centro de la bahía.
A las afueras, funcionaba una
base de submarinos de la OTAN. En tiempos del dictador, Albania contó con cinco
submarinos. Dorian nos comentó que en la actualidad se encontraban en
reparación. No sabría como interpretar esa expresión reparadora.
La costa jugaba con nosotros
trazando curvas acompasadas a la orografía recortada. Al salir de la ciudad se
multiplicaban las villas y los apartamentos en equilibrio con la pendiente de
la montaña. La costa era de acantilado bajo. Abundaban los hoteles y
restaurantes.
Pasamos Radhimi.
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