En los cuentos populares
albaneses es habitual la presencia de tres hermanos que protagonizan la
búsqueda de algún objeto extraordinario o algo sobrenatural. En esa búsqueda se
enfrentan a una encrucijada con tres caminos de un claro sentido simbólico e
iniciático. En la encrucijada aparece indefectiblemente un anciano, símbolo de
una sabiduría arcana y oculta. Explicará a los hermanos que dos de esos caminos
son de irás y volverás. El tercero es de irás y no volverás.
Los hermanos mayor y mediano se
deciden por los primeros. No encontrarán nada para el cumplimiento de su
misión. Regresan y se presentan con las manos vacías. Por supuesto, no son
recompensados.
El menor, sin embargo, se
aventura por el camino de irás y no volverás, por el camino difícil,
lleno de peligros. Allí le espera la muerte agazapada, sibilina. Los encuentros
con otros seres y personajes supondrán otras tantas pruebas que exigirán todo
su esfuerzo físico, todo su ingenio y la colaboración de personajes que le
darán pistas para superar cada etapa. Vencerá a los que se oponen a su destino,
a quienes le cierran el paso o tratan de matarle (o de comérselo, que abundan
bastante). Lejos de ejecutarlos tras la victoria, se apiada de ellos y escucha
sus peticiones de clemencia. Será premiado más adelante por su generosidad ya
que los vencidos le juran fidelidad y saldrán en su ayuda cuando le rodeen los
peligros. Gracias a ellos cumplirá su misión, regresará y recogerá su
recompensa: la riqueza, la hija del rey, la Bella de la Tierra…
El héroe sigue el camino
tortuoso y difícil, vence por muy grandes y misteriosos que sean los
obstáculos. En ocasiones, aún tendrá que vencer a la envidia de sus hermanos,
la de su padre o la de un rey celoso. Intentarán deshacerse de él para ocultar
su deshonra y apropiarse de su triunfo. Le abandonarán en un pozo, le
arrancarán los ojos, le harán todas las perrerías imaginables. Sin embargo, se
recuperará de las crueldades. Algún sencillo campesino o pastor le dará la
fórmula para recuperar la vista, para reintegrarse al mundo y castigará con
mano dura a los que le han traicionado.
Curiosamente, soy el hermano
menor de tres. Mi hermana es la mayor de los cuatro. Como hermano menor tengo
la responsabilidad de optar siempre por el camino de irás y no volverás,
que me recuerda mucho a las enseñanzas bíblicas. Estoy dispuesto a someterme a
las pruebas del viaje iniciático.
Con esos pensamientos observé a
Julián y a Dorian, que quizá los había puesto en mi camino de irás y no
volverás mi ángel de la guarda. O al resto de mis compañeros de grupo, que
nunca se sabe quién te salvará el pellejo.
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