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Albania, el país de las águilas 9. De la Gendarmería a la Segurimi.


 

La primera parte trataba de la creación del cuerpo de Gendarmería, nada más acceder a la independencia, y sus posteriores transformaciones y reorganizaciones tras la Primera Guerra Mundial. Todo estaba perfectamente documentado. Fui leyendo con interés los primeros carteles explicativos y luego fui pasando más rápido. Las fotografías y los objetos eran suficientemente expresivos. Las ejecuciones de opositores fueron una constante en el país desde el reinado de Zog I y la posterior dictadura. Me llamó la atención la represión frente a los clérigos.

En las Conferencias de Embajadores de Londres y París de 1913 y 1926, respectivamente, quedaron fijadas las fronteras con sus vecinos y nació la necesidad de crear una fuerza fronteriza tanto con fines militares como aduaneros. En el largo y oscuro periodo de la dictadura ese cuerpo evitó fugas de ciudadanos y entradas ilegales. Lo atendían soldados de reemplazo, por lo que fueran elegidos entre las familias más adeptas al régimen. Quienes fueron tachados de dudosos en su lealtad eran trasladados forzosamente a otros lugares donde la huida era más complicada. Un millar de personas fueron asesinadas en la frontera al intentar salir de forma ilegal.



Las imágenes de esa represión sistemática de Hohxa producía un desasosiego inmenso. Observé el mapa con las prisiones políticas. Unas cincuenta mil personas fueron deportadas a campos de trabajo, como el de Tepelena, de horrenda fama. Los alimentos escaseaban, los presos se alimentaban con hierbas o animales muertos o lo que encontraran. Las epidemias causaron muchas muertes, especialmente en los niños.

El cuerpo más temido fue la policía política, la Segurimi. Su fin era espiar a los ciudadanos (y a los extranjeros que estaban temporalmente en el país) y detectar a los oponentes al régimen. Los derechos humanos fueron violados sistemáticamente. Era una reivindicación de los que lo habían sufrido. Era una reflexión para no olvidar esta posibilidad de caer en lo más inhumano.

Estuve entretenido estudiando los sistemas de espionaje, algunos bastante sofisticados para aquella época. Colocaron micrófonos en los muros de casas y hoteles, en oficinas, en cualquier lugar sospechoso. El Servicio de Información depuraba todo el material y tomaba decisiones.

Pasé por la antigua zona de descontaminación, avancé hasta las estancias destinadas al ministro y reconozco que llegué al final con unas ganas feroces de salir. Algunas esculturas vanguardistas quizá tenían por objeto relajar al visitante.

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