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Albania, el país de las águilas 7. La Torre del Reloj y la zona gubernamental.

 


Me acerqué a la Torre del Reloj, que cualquiera hubiera podido interpretar como el campanario de la mezquita, algo que incluso en la tolerante Albania hubiera sido algo más que chocante. Su promotor fue también Et’hem Bey, quien en 1811 quiso dotar a la población de la ciudad de un dispositivo para conocer la hora. Por aquel entonces Tirana era una pequeña ciudad y la plaza Skanderbeg ocupaba el sur de la misma que servía como lugar de recepción de mercancías y de intercambios comerciales, como una plaza del mercado.



Acudía con la intención de subir a lo alto y contemplar con tranquilidad y perspectiva esa parte de la ciudad. Para mi desgracia, estaba cerrada y no parecía que fuera por concluir su horario, que no se atisba por ninguna parte. Ese día el reloj estaba parado a las cuatro menos diez. Al regreso ya funcionaba con regularidad.

La remodelación de la plaza fue comenzada por los urbanistas fascistas. La reorganizaron e iniciaron la construcción de varios edificios para los distintos departamentos gubernamentales. A la derecha de la estatua estaba el Banco Nacional con su fachada crema, rojo y blanco. Rodeando un pequeño jardín a la espalda del héroe se sucedían otros edificios de cierto interés, aunque no eran accesibles.



Sin duda, el más hermoso era uno rojo suave con una decoración de rombos. Si mis notas no fallan, era la sede del Departamento de Control Gubernamental. Enfrente, el Ministerio del Interior. La semiesfera de hormigón del jardín era la entrada a Bunk’Art 2, que visité luego.

En la guía venía una pequeña sección dedicada a la obra del arquitecto italiano Gherardo Bosio en la ciudad. Estos edificios de lo que denominaban como “barrio de los ministerios” era obra o intervención suya. Se prolongaba en la sede del Primer Ministro, antigua Casa del Fascio, en la avenida abierta hacia el sur hasta la Universidad, Bulevardi Dëshmorët e Kombit (Bulevar de los Mártires de la Nación), la propia Universidad, o el Grand Hotel Dajti. No eran los edificios más hermosos, pero me parecieron muy dignos.

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