Pasé algo más rápido por la
sección romana, abundante en excelentes piezas. Me resultaba más conocida. Paré
ante la estatua de Bato, un héroe local que me recordó a nuestro Viriato. Las
acciones de las legiones romanas desde el siglo II a.C. habían deteriorado la
calidad de vida de los ilirios, lo que generó acciones contra los invasores. La
más reseñable, y la última, fue el alzamiento dirigido por Bato en los años 6
al 9 a.C. Logró aglutinar a las diversas tribus y puso en problemas a los
romanos, que tuvieron que emplearse con violencia.
La crisis del Imperio Romano
trajo las invasiones de godos y hunos en los siglos IV y VI d.C. Pero el hecho
quizá más trascendental de esa época fue la división del Imperio entre Oriente
y Occidente en el 395 d.C. por el emperador Teodosio. Albania quedó en el Imperio
de Oriente, bajo el dominio de Bizancio, lo que implicaba que en el futuro
quedara como un territorio de frontera en un extremo del Imperio y a merced de
la ambición de sus vecinos de Occidente. El poder de Bizancio se alternará con
el Primer Imperio Búlgaro, el Reino de Serbia, las invasiones normandas, los
venecianos y los turcos, que desde el siglo XIV irán tomando posiciones hasta que,
en la segunda mitad del siglo XV, tras la muerte de Skanderbeg, controlen
definitivamente Albania y los Balcanes. Albania recobró su independencia en
1912, aunque aún tuvo que sufrir a los italianos de Mussolini y a los nazis.
Esa circunstancia de constituir
un territorio limítrofe, con continuas invasiones y cambios de dominio, provocó
que la nobleza albanesa tuviera un papel esencial y que unos y otros se los
disputaran como aliados. Como país montañoso, era difícil de conquistar y, más
aún, de mantener sin ese apoyo interno. Los nobles albaneses fueron quienes
realmente administraron esos dominios desde las grandes ciudades en que vivieron.
Su conocimiento de todo lo que afectaba a su territorio les permitía ese
control. Las familias albanesas del oeste del país heredaron por generaciones
las principales posiciones administrativas bajo el Imperio Bizantino, y dejaron
constancia de ello en sus escudos con el águila bicéfala bizantina como símbolo
de poder. Crearon estados independientes, como afirmaba un panel, monarquías
que no fueron coronadas por la falta de una iglesia nacional.
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