Mi idea inicial era recorrer el
perímetro de la plaza para después visitar con calma los diversos lugares de
interés. Dejé a mi izquierda el museo Histórico Nacional y antes de llegar al
Palacio de Cultura y la Ópera me sorprendió un tremendo aguacero, por lo que
entré en el museo, cuya fachada e interior estaban en obras. El famoso mosaico
en la parte superior del edificio estaba cubierto por una lona que lo
reproducía. Varias personas representaban su cultura y tradiciones vestidos con
ropas de época. Como decía la guía (llevaba la Lonely Planet), todos los
personajes portaban armas menos dos. Me gustó el lema del museo: “reconstruyendo
la herencia cultural de Albania para el futuro”. Otros turistas tuvieron la
misma iniciativa que yo. La entrada costaba 500 leks, algo menos de 5 euros. Había
cambiado a un euro 107 leks.
En la guía y en otras
informaciones de internet comentaban que el museo era un imprescindible. La
nueva sorpresa fue que me encontré con una estupenda organización de las piezas
en base a una idea museística moderna. Si querían dar una buena imagen al
visitante lo habían conseguido con una excelente calificación.
No me entretuve demasiado en la
parte dedicada a la prehistoria. Las piezas de esta sección y del resto del
museo estaban bien distribuidas y clasificadas y las explicaciones eran amplias
e interesantes. En la planta baja estaban en albanés e inglés. Por desgracia,
en las otras dos plantas desaparecían las traducciones, lo que dificultaba la
comprensión.
Me resultó interesante, por
desconocida hasta aquel momento, la cultura iliria, la prerromana, que se fue
configurando en las Edades del Bronce y el Hierro. Los actuales albaneses se consideraban
orgullosamente herederos de los ilirios. Se podían trazar paralelismos con
otros pueblos anteriores a los romanos, como celtas o íberos. Estatuas, fíbulas,
ajuares, falcatas, armaduras, símbolos religiosos y otros elementos ilustraban
esta parte. A lo largo del viaje ampliaría mis conocimientos sobre ellos.
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