También nos instruyó sobre la
lengua albanesa, que carecía de rasgos comunes con las de sus vecinos de la
antigua Yugoslavia, que hablaban servo-croata. Se entendían bastante bien entre
ellos. La influencia latina derivaba de su pasado romano. Lo peculiar es que su
alfabeto tenía 36 letras, con alguna de ellas de especiales características.
Por otra parte, existían claramente diferenciados entre el norte y el sur dos
dialectos, el guego o gheg y el tosco, respectivamente. Las palabras se
declinaban en género y número. En los sustantivos y adjetivos diferenciaban
entre el nominativo indeterminado y determinado, lo que provocaba pequeñas
diferencias al enfrentarse con las palabras. Que el lector me perdone por los
pecados cometidos con ellas.
Durante todo el trayecto abundaron
los olivos. En algunos lugares, viñas que pugnaban por hacerse un hueco en este
paisaje eminentemente agrícola. No había rastro de trigo o cereales para
completar la triada mediterránea. Se apreciaba cierto bienestar, casas de dos o
tres alturas bien pintadas.
Este paisaje de valles y
montañas, de campos cultivados, formaba parte de una de las imágenes icónicas
del país. Como anécdota, nuestro vehículo tuvo que parar a consecuencia de un
rebaño de ovejas que se había acumulado en la carretera.
Pasamos Besha, que se
estructuraba en torno a un lago.
Los olivos dieron paso a los
invernaderos. El río cambió de lado de la carretera.
Llegamos a Berat a las 5. El
hotel Portik era moderno y céntrico, un confortable establecimiento de
cuatro estrellas. Mi habitación era amplia y acogedora. En condiciones normales
me hubiera arrojado vestido sobre el colchón y me hubiera pegado una siesta de
campeonato. Pero nos esperaba la visita a la ciudad.
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