Dorian nos comentó que en un
país de algo menos de tres millones de habitantes se consideraba que el 11% de
la población era rica o millonaria, un porcentaje muy superior al de muchos
países desarrollados. Evidentemente, lo primero que pasaba por la cabeza era el
origen de la riqueza y la respuesta inmediata era un origen turbio. Recordé los
coches de lujo de la noche anterior. Dorian nos habló de la compra de bonos, a la
baja, que habían sido entregados a quienes fueron considerados damnificados por
el régimen comunista. De esta forma se amasaron grandes fortunas. También, con
la estafa piramidal, instrumentada también a través de productos financieros,
que en 1997 dio lugar a un conflicto social muy violento que amenazó con llevar
al país a una guerra civil que, gracias a dios, no se produjo.
Con el progresivo despertar de
mis compañeros, se animaron las preguntas a nuestro guía. Una de ellas giró en
torno a las religiones y la tolerancia. La convivencia era total, algo de lo
que los países vecinos no podían presumir. Oficialmente, el Estado reconocía
cinco religiones: católicos, ortodoxos, evangelistas, musulmanes suníes, que
eran los mayoritarios, y bektashíes, una rama del sufismo. Para ilustrarnos
sobre lo tolerantes que eran los albaneses, nos informó que él era de tradición
católica y su mujer ortodoxa-musulmana. Su suegra les invitaba a continuamente
a comer con motivo de las muchas festividades de los distintos credos. Más de
la mitad de la población pasaba olímpicamente de la religión, de cualquiera de
las que le ofrecía el crisol de credos del país. Las políticas de ateísmo de
Hoxha habían calado.
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