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Albania, el país de las Águilas 30. Militarismo albanés.


 

Me entretuve con el paisaje mientras la mayoría de mis compañeros dormían y recuperaban fuerzas. Siempre me ha gustado dejarme captar por las imágenes del campo, por los cultivos, por el verdor o la sobriedad de los terrenos secos y amarillos. Imperaba el verde. Abundaban los ríos y, más adelante, atravesamos una hermosa zona de siete lagos que observamos desde una sobria altura.

Elbasán, que dejamos a la izquierda al salir de la autovía, con el inicio de la carretera de doble sentido, fue una zona de desarrollo siderúrgico durante la dictadura, que proclamó su deseo irrefrenable de impulsar la industrialización y las fábricas, a veces con poco sentido de la realidad del país, ya que el problema para su funcionamiento fueron las materias primas. El país se fue endeudando cada vez más. Con el tiempo, tras la dictadura, sus acreedores le fueron condonando la deuda al tomar conciencia de que no la podría pagar jamás. Mejor congraciarse con el nuevo régimen democrático. Aquella política económica me recordaba a la de La granja (Animal farm, en el original inglés), de George Orwell, que satirizaba con vehemencia los supuestos beneficios del comunismo cuando realmente eran un desastre.

Como herencia de aquel periodo, la ciudad fue azotada por la contaminación. Leí que a consecuencia de ello habían aparecido malformaciones en algunos niños.

Albania fue un país fuertemente militarizado. Producía armas, compraba armas y le regalaban armas. Llegó a acumular un arsenal inmenso con sofisticado armamento que pocos países de mayor riqueza podían o querían disfrutar. Otro rasgo de lo demencial de aquellos tiempos del comunismo.

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