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Albania, el país de las águilas 2. Primeros pasos con cerezos en flor...y sorpresas.

 


Era ese momento del año en que convivían los cerezos en flor con las ramas descarnadas de los árboles que pugnaban por arrojar brotes verdes que predicaran la primavera que acababa de nacer.

El día estaba plomizo, gris, enfadado con el mundo. Era tiempo de Ramadán para los musulmanes; para los cristianos católicos, de Cuaresma, que al día siguiente entraría en Semana Santa. La Pascua Ortodoxa empezaría poco después del final del viaje, el domingo 16 de abril. Parecía un momento especialmente relevante para los diferentes credos existentes en el país.



El hotel Sky Tower era un cuatro estrellas céntrico. Estaba de reformas. En la habitación, bastante buena, sufrí un poco de frío y me tuve que cubrir con el edredón. Había dormido bien y me sentía reconfortado con la ducha y un buen desayuno.

Salí a la calle a las diez y media de la mañana y me sorprendió el tráfico y las altas torres, desperdigadas que punteaban la orientación en la ciudad. Me decidí por ir hacia el centro, hacia la plaza Skanderbeg, el punto neurálgico de Tirana que acumulaba muchos lugares de interés.



Como suele ocurrir al inicio de los viajes, empecé a disparar fotos frenéticamente. Me senté un momento para escribir y empezó a llover, como si el cielo no estuviera de acuerdo con mis actividades. Busqué refugio y me colé en la Catedral Ortodoxa de la Resurrección de Cristo, de planta circular y ricamente decorada. En ese momento, algunos fieles acudían a rezar, a prender una luz que iluminara el mundo. Algunos eran jóvenes, lo que me llamó la atención en un país que había vivido un largo periodo de ateísmo oficial. Respiraba paz y espiritualidad. Una limpiadora se afanaba en dejar el suelo impoluto. Me dio corte hacer fotos. El silencio era total, fragmentado ligeramente por los escasos y cuidadosos movimientos de la gente.

La tercera sorpresa de mis primeros pasos en la ciudad fue la inmensidad de la plaza Skanderbeg. Con escasa gente, el efecto era mayor. El enlosado estaba húmedo y provocaba un atractivo efecto espejo que aproveché para unas espléndidas fotos.

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