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Albania, el país de las águilas 25. El monte Dajti.


 

El monte Dajti era zona para desconectar de la ciudad, emprender una caminata y comulgar con la naturaleza. Y ese era nuestro objetivo: fundirnos con el paisaje. Era donde nacía el río Tirana que luego atravesaba el norte de la ciudad. Dajti era parque nacional.

Subimos hasta el teleférico. Me llamó la atención que tuviera un lugar para meter los esquíes. Según nos informó Dorian, nunca se acumulaba más de 30 centímetros de nieve, lo que impedía poder esquiar con ciertas garantías. Quizá las góndolas venían así de fábrica. Subimos en una de ellas Cristina, Gustavo Dorian y yo. Cristina padecía vértigo y se concentró para no sufrir sus efectos. Charlamos animadamente mientras la naturaleza se iba desplegando con generosidad bajo la atenta mirada de la luz del sol y alguna nube amenazadora que esperábamos no cumpliera sus propósitos. Menuda faena, pensábamos, si se ponía a llover.



La caminata por el bosque sería sencilla de no ser por la lluvia de la noche anterior que había embarrado la senda, lo que provocaba que una vez las suelas se habían impregnado de barro deslizaran y fuera un poco peligroso. Me arrepentí de no calzar las zapatillas de trekking, que garantizaban mejor adherencia. El principal problema estaría en la bajada donde había que llevar cuidado para evitar una caída. Caminando sobre las hojas caídas o los pequeños parches verdes maniobrabas con mayor seguridad. El desnivel que acometimos era tan solo de 150 metros. La cima estaba a 1600 metros.

Nuestras miradas se fijaron en un hotel que habían dejado morir. Era un símbolo de decrepitud, hasta quizá de venganza o vergüenza. Había sido utilizado por los gerifaltes del régimen comunista y quizá por ello traía malos recuerdos y nadie quería hacerse cargo de su explotación. Las altas esferas de Hoxha y sus secuaces habían elegido un excelente emplazamiento para esparcirse y desconectar de su régimen de terror. Estábamos caminando por las mismas sendas por donde quizá lo había hecho el dictador y sus acólitos, que le acompañarían para congraciarse con él y sacar tajada del sistema.

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