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Albania, el país de las águilas 24. El encuentro con el resto del grupo.

 


Dorian nos cayó bien desde el primer momento. Era una persona abierta y tolerante en temas territoriales, políticos y religiosos, de buen humor y gran simpatía. Era albano-kosovar y un ferviente defensor de la Gran Albania, no tanto como territorio sino más bien en sentido étnico. Lucía una frondosa barba como un personaje de la mitología griega y llevaba el pelo recogido en un moño. Sin duda, las mujeres le encontraron atractivo. Charlé bastante con él. Hablaba un español bastante bueno y estaba muy documentado.

El grupo procedente de Barcelona no había tenido tanta suerte como nosotros. Su vuelo salió con tres horas de retraso y se acostaron sobre las cuatro de la madrugada. Lucían mejor aspecto del que pudiera imaginar. Yo hubiera exhibido una mala leche sin límites. Ese grupo lo conformaba un matrimonio con dos hijas jóvenes, dos mujeres de Vigo, una de Lanzarote y el resto eran de Cataluña e iban solas. Estaba claro que los hombres no viajan solos o en pequeños grupos.



Enfilamos hacia el monte Dajti y de camino Dorian nos mostró algunos lugares y nos contó algunas curiosidades. Las más graciosas o chocantes estaban relacionadas con Rusia y Serbia. La embajada rusa estaba en la calle “Ucrania libre”. La de Serbia estaba puerta con puerta con la de Kosovo. Quizá quedaran para tomar café juntos y de esa manera limar asperezas. El bombardeo de datos de Dorian cesó al ser consciente del cansancio y escaso sueño de los recién llegados. Dosificó sus intervenciones.

Las afueras de Tirana decían poco, con algún detalle interesante. En general, eran zonas de bloques de viviendas que habían surgido de forma espontánea mediante la ocupación de espacios que durante un tiempo carecían de servicios y suministros. Los emigrantes del campo se instalaban donde podían y después las autoridades legalizaban esas actuaciones y les dotaban de lo necesario para un mínimo de dignidad. Al estilo de estas autopromociones las denominaba Dorian jocosamente “libre albanés”. Combinaban con los bloques erigidos por el régimen comunista que garantizó al pueblo comida y vivienda a cambio de sumisión absoluta.

De pronto, terminaron las edificaciones y apareció el campo en la parte baja de la montaña. Después, el bosque.

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