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Albania, el país de las águilas 22. El Gran Parque y el lago artificial.


 

Entre el ruido del tráfico y la gente se individualizaba un sonido de música techno. Venía del Gran Parque. Supuse que había algún tinglado montado para los jóvenes y enfilé para allá. Ya habría tiempo para cenar.

Al inicio del Gran Parque la música era atronadora, aunque aún no había rastro de ella. Empecé a subir acompañado de gente por una senda, un poco oscura (miraba hacia los lados por si aparecía un divi). Pasé el monumento al Holocausto y tras unos minutos empecé a bajar hacia el lago artificial. Observé unos túmulos que sin duda eran antiguos bunkers. Unos niños jugaban ajenos a lo que significaban.

Junto al lago había un par de cafés repletos de gente. Me encantó el reflejo de las luces en la superficie del agua. El ambiente era lúdico, festivo.



La música procedía de un festival, Diga, con música techno de Albania y Kosovo, la vanguardia de estos dos países. El montaje de luces y el brutal sonido me atrajeron. Para mi sorpresa, me encontré con las Kardashian, que me saludaran cariñosamente, hablaron con los dos porteros (dos metros, 130 kilos) que me sonrieron y me dejaron pasar (luego me enteré de que la entrada era libre). Por supuesto, me mezclé con la juventud, me marqué un par de bailes y me largué a cenar. Dejé a los jóvenes que bailaran, ligaran y bebieran. Me da que no estaban muy por la labor de cumplir con los compromisos del Ramadán o la Semana Santa.



Traté de cenar en Mullixhiu (el restaurante favorito de los padres de una de las Kardashian). Sin reserva era imposible. Todo estaba a tope. Me metí por una lateral tras salir del parque y cené en un agradable establecimiento con buenos embutidos y quesos italianos (1.100 leks, algo más de 10 euros).

Regresé al hotel francamente molido.

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