La ora era un personaje
protector femenino que aparecía tanto en los cuentos populares como en los
cantos épicos. De natural benefactor, me recordaba a nuestro ángel de la guarda.
Observando a aquellas gentes caminar parsimoniosamente o sentados a las mesas
de los múltiples cafés, me imaginé que sus oras, después de tiempos tan
oscuros, habían recobrado su libertad y habían reanudado sus funciones
tutelares. Aunque en el universo fantástico de la mitología albanesa habitaban
en las montañas y los bosques o junto a los manantiales, seguro que se habían
reciclado a la vida moderna y pululaban por las calles de animado tráfico. En
algún momento creí divisar a alguna, aunque puede que ayudara eficazmente mi
intranquila imaginación. Pensé que mi ora me tenía un gran cariño y
había contribuido a mi felicidad. ¡De cuántos aprietos no me habría sacado sin
yo saberlo! Por cierto, pronunciar su nombre es tabú, por lo que debemos referirnos
a ella de forma eufemística. Lo decía mi colección de cuentos albaneses.
Tenía curiosidad por visitar el
bazar, Pazar i Ri, aunque advertían en la guía que era moderno. Tomé la calle
Luigi Gurakuqi y me planté en la plaza Avni Rustemi en pocos minutos. El
primero fue un importante literato y político albanés que participó en el
movimiento de independencia. Fue ministro de Educación y opositor al rey Zog I.
Acabó sus días exiliado en Bari, al sur de Italia, donde fue asesinado. Rustemi
fue profesor, activista y parlamentario. Estuvo muy implicado en la lucha en
aquellos años anteriores y posteriores a la independencia, y en 1920 asesinó a
Essad Pasha Toptani (perteneciente a la ilustre familia anteriormente
mencionada), fundador de la República de Albania Central. Leí que su asesinato
fue interpretado como heroico al considerar a Toptani como un traidor. Los
Toptani tomaron venganza y le asesinaron el 20 de abril de 1924. Tiempos
revueltos.
En la plaza Rustemi estaría
nuestro hotel al regreso del tour por el país y Macedonia.
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