Continué un poco más hasta el Puente
de los Curtidores o de Tabak. Era una de las infraestructuras construidas por
los otomanos en el siglo XVIII. Lo curioso era que al haber desviado el cauce
del río había perdido su función de elemento para salvar el Lana. Desprendía
algo melancólico emparedado entre otras construcciones, como si nadie quisiera
saber nada de él, pero tampoco nadie se atreviera a iniciar nada en su contra.
Un callejón me condujo hasta la
avenida George Bush. Bush era muy apreciado en el país y le habían dedicado
varias calles por ser el primer gran mandatario en visitarles tras la dictadura.
Al fondo, distinguí el edificio
del Parlamento albanés, que quedaba un poco eclipsado por la mezquita.
Caminé hasta la tumba de Kaplan
Pasha, una estructura octogonal que era lo único que había sobrevivido de la
mezquita de Sulejman Pasha. Le cubría las espaldas, casi de forma intimidatoria,
el hotel Plaza.
Me senté en la plaza Sulejman
Pasha, cerca del monumento a la amistad entre Albania y Kuwait. Cerca estaba la
estatua al soldado desconocido y la efigie del titular de la plaza vestido a la
forma tradicional otomana. La plaza era como una prolongación de la Skanderbeg.
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