El Grand Hotel Dajti también
estaba cerrado. A su espalda estaban construyendo un vistoso edificio blanco de
fachada curva que quizá estuviera destinado a sustituir sus funciones. El
antiguo era de los años 30, de Gherardo Bosio, el arquitecto del fascismo en
Albania. Fue utilizado como sede de la Bienal de Arte Contemporáneo de Tirana
en 2009. Parece que el Banco de Albania lo había comprado por 30 millones de
euros.
En El general del ejército
muerto, de Kadaré, la delegación italiana que se desplaza para encontrar y
repatriar los cadáveres de los soldados italianos caídos durante la Segunda
Guerra Mundial en Albania se hospeda en este hotel, el habitual de los
diplomáticos y personajes importantes durante la época comunista. Sus muros
estaban repletos de micrófonos para espiar las conversaciones, que eran
seguidas por un equipo instalado en una sala del sótano.
Bajé hasta el río Lana, que
había sido encauzado y discurría domesticado cómodamente por su cauce de
hormigón. Al otro lado se alzaba otro edificio o complejo extraño: la Pirámide
de Tirana. Lo había diseñado la hija del dictador, Pranvera Hoxha, para
homenajear el legado de su padre. Durante un tiempo fue centro de conferencias
y durante la guerra de Kosovo de 1999 albergó la base de la OTAN y fue sede de
varias organizaciones humanitarias.
Estaba en obras, cómo no. Parece
que se instalará un centro de tecnología para jóvenes. Por los comentarios que
pude captar en el viaje no gozaba de mucho cariño entre los albaneses.
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