El siguiente tramo de mi
deambular por la ciudad fue un poco frustrante: casi todo estaba cerrado.
Mi primer objetivo era la Galería
Nacional de Arte, otro de los museos esenciales de Tirana. Al regreso tendría
un día casi completo para ver aquellos lugares que hubieran quedado pendientes,
pero tenía la impresión de que habría poco tiempo para los museos. Cuando
alcancé el edificio y busqué la entrada me topé con una tapia decorada con
originales graffitis, por lo que deduje que llevaba cerrada un buen
tiempo. Si había algún panel o anuncio sobre el cierre, no supe encontrarlo.
No es que me atrajera
especialmente el tipo de arte que encontraría dentro, el realismo socialista,
el arte al servicio del poder, un instrumento de propaganda para paliar los
sinsabores de una población sufridora. A mi regreso entré en su web (http://galeriakombetare.gov.al/en/home/)
me informé sobre el museo y visualicé parte de su colección. Si tienes
oportunidad y curiosidad no dejes de hacerlo. El emplazamiento actual empezó a
funcionar en 1974. La guía daba una pauta del contenido de la colección que
puedo ratificar era cierto, siempre desde mi limitada experiencia virtual:
Líderes
benévolos, músculos que brillan bajo el sol del progreso, aguerridas y
tenebrosas partisanas, jefes de clanes que se abrazan y abandonan toda
rivalidad gracias a la intervención semidivina de Enver Hoxha, religiones
erradicadas, inmensas zonas industriales…
Un mundo feliz, sin duda. Aunque
no se lo pregunten a los represaliados o a sus familiares y amigos.
Lo que me gustó fue The cloud
pavillion, un montaje de Sou Fujimoto cortesía de la Fundación LUMA para la
promoción del arte en Albania. No pude resistirme a entrar y pasear por el
interior de esa retícula.
Al lado encontré unas cabinas de
electricidad decoradas con Don Quijote y Sancho Panza en bicicleta. Nuestros
héroes eran homenajeados de forma cariñosa.
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